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Ramón Punset

El espíritu de las leyes

Ramón Punset

Ucrania, su destino histórico y el nuestro

La actitud y los intereses de la Unión Europea respecto al país invadido por Rusia

Hay no pocos políticos y columnistas de distinto signo ideológico que están persuadidos de que la Historia tiene leyes inexorables, de manera que interpretan cuantos conflictos nos depara la actualidad con arreglo al respectivo molde o patrón histórico. Tal parece que la Historia encierra un determinismo incompatible con la libertad humana. Así, se ”comprende” (incluso aunque no se justifique) la invasión rusa de Ucrania, al responder a dos de tales supuestas leyes: 1ª) la vinculación milenaria, y por consiguiente sagrada e inviolable, entre los pueblos eslavos de ambas tierras, por una parte; 2ª) el carácter de glacis defensivo que Ucrania siempre ha revestido para el Imperio ruso y para la Unión Soviética, por otra.

Sobre lo primero, baste decir que Ucrania es un Estado soberano reconocido, antes incluso que por la comunidad internacional, por la propia Rusia al desmembrarse la URSS, proceso de disolución impulsado por el Presidente ruso Boris Yeltsin como única manera de dejar al Presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, sin el cargo que ostentaba. Dicho lo cual, todo el mundo sabe que uno de los principios básicos del Derecho Internacional es el del respeto de la integridad territorial de los Estados, con lo que la invasión militar de Ucrania por la Federación Rusa contraviene semejante regla esencial de la convivencia civilizada entre las naciones. El matonismo de Vladímir Putin solo puede conducir, en consecuencia, a la consideración de Rusia como un Estado agresor que debe ser excluido de la sociedad internacional. En suma, Rusia está en entredicho y su compañía apesta. ¿No nota ya su hedor el chino Xi Jinping?

Sobre lo segundo (el argumento del glacis ucraniano), resulta absurdo instrumentalizar a un Estado soberano reduciéndole a la condición de mero territorio defensivo de otro, sin política exterior propia. El papel histórico de Ucrania en este sentido no puede aducirse para justificar la perpetuación de un Estado siervo, solo nominalmente independiente entonces, máxime cuando Ucrania se desprendió del armamento nuclear soviético y no constituye una amenaza para nadie. Pero, se arguye, ¿y si Ucrania entra en la OTAN y en la Unión Europea? ¿Es esto en sí mismo una amenaza para Rusia? Más todavía: para impedir una invasión como la que ahora padece, ¿no debería Ucrania haberse dotado, como mínimo, de un riguroso estatuto de neutralidad? Hace poco oí al exministro García-Margallo hablar de la “finlandización” de Ucrania. ¿Era tal cosa lo que le hubiera permitido una política de buena vecindad con Rusia?

No lo creo así. Es más: no tiene nada que ver con el modo de pensar de Putin. Dejando al margen que la OTAN es una organización defensiva y en absoluto se trata de la cabeza de puente del expansionismo militar imperialista norteamericano (alejémonos de clichés tan manidos y tan estimados aún por cierta izquierda), aquello que quita el sueño a Putin es la existencia de territorios de la antigua Unión Soviética que posean un verdadero régimen democrático. Ello pondría en evidencia, y, por tanto, en cuestión, la indisimulable dictadura del líder ruso. Desde esta perspectiva, parece obvio que si Bielorrusia y Kazajistán –desembarazándose de sus tiranías cleptocráticas– alcanzasen la democracia constitucional anhelada por su sufriente ciudadanía, serían invadidas por el Ejército ruso, como lo ha sido la Ucrania surgida del movimiento Euro Maidán, la llamada Revolución de la Dignidad iniciada a finales de 2013.

Por consiguiente, aunque se habla mucho del paleoimperialismo de Putin, que, desde luego, resulta innegable, no es ese el fondo del problema. Como tampoco lo es su supuesta paranoia: creer que los dictadores son necesariamente enfermos mentales constituye una estupidez, otro cliché tontorrón. A su vez, pretender aplacar a Putin mediante un pacto en el que Ucrania renuncie a su vocación euroatlántica, no llevará a ninguna parte si los ucranianos persisten en consolidar un régimen de libertad y democracia reales y no de simple fachada.

El conflicto, además, no puede solucionarse con un Gobierno títere en Kiev. Ucrania quedaría entonces reducida a un pastizal. En suma, con Putin no caben apaños de tal guisa, puesto que su siguiente objetivo consistiría sin duda en hacer otro tanto con los Estados bálticos. Con la particularidad de que estos, al pertenecer ya a la UE y a la OTAN, reclamarían la intervención militar occidental, lo que podría dar lugar a una guerra mundial. Por de pronto, Rusia acaba de amenazar también a Suecia y a Finlandia si ingresan en la Alianza Atlántica. Es, pues, un peligro inminente y grave para la paz internacional. ¿Qué hacer?

La UE debe ayudar a Ucrania a defenderse mediante el envío de armas, como ya está haciendo, pero también con una inyección de altísimo valor moral y psicológico: aceptando su condición de país candidato al ingreso en la Unión, según acaba de propugnar la misma Presidenta del Parlamento Europeo. Ciertamente, la República ucraniana no posee hoy las condiciones económicas y políticas para acceder a la integración europea, pero cabe otorgarle un estatuto de asociación en ciertas materias mientras inicia el camino de las indispensables reformas. Tampoco cabe, hoy por hoy, aceptar su entrada en la OTAN, pero, sin pertenecer a ella, podría mantener acuerdos del estilo de los existentes con finlandeses y suecos.

La Alianza Atlántica, hasta hace poco tan desvaída, se ha revitalizado tras el desafío ruso. Alemania, por su cuenta, dando un insospechado giro histórico, acaba de aprobar cuantiosas inversiones para potenciar la “Bundeswehr”. Todos debemos aumentar los gastos en defensa. España también, y aun especialmente, porque la conducta maliciosa de nuestro vecino del sur resulta perfectamente previsible en su aparente imprevisibilidad. La soberanía y la libertad, inseparables, deben ser protegidas y defendidas: mediante la OTAN, mediante el Euroejército y mediante el fortalecimiento de nuestras propias Fuerzas Armadas.

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