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Francisco Fresno

El mundo es muy ingenuo

Ante una sociedad en guerra

Para conducir un autobús se debe superar un test psicotécnico, pero un psicópata puede conducir un país con armas nucleares. El mundo es muy ingenuo.

Al ingenuo se le define con acepciones como candoroso, bueno y sin malicia; y a su antónimo como malvado, retorcido y complejo. Se puede ser buen médico o buen científico, buena persona si se obra bien en lo personal, o buen carpintero si se trabaja bien la madera, pero la inteligencia de la bondad no suele tener mucha cancha en las complejidades del poder por ir asociada a lo candoroso, algo más propio para los juegos en los patios de las escuelas infantiles, mientras en los otros patios de adultos se toman decisiones para soltar bombas sobre hospitales, universidades y jardines de infancia, algo a lo que después se le llama daños colaterales. El mundo es muy ingenuo.

Igual a los servicios de inteligencia les falta un Howard Gardner –padre de las inteligencias múltiples– para asesorar a los gobernantes y participar en las mesas de negociación. Pero sin ese asesoramiento, los delineantes de los poderosos okupas con megalomanía, dibujan fronteras territoriales para estrategias geopolíticas que generan guerras entre patrias, olvidando que cada vida ya ha dibujado antes la suya, única e irrepetible en frontera con el mundo (cada persona es un mundo). Los cementerios se encuentran llenos de mundos que han perdido el dibujo de sus fronteras para toda la eternidad. El mundo es muy ingenuo.

Con todas sus ondas destructivas y expansivas, la guerra es un espectáculo que con un fondo musical imita muy bien en la televisión a las series de Netflix sin publicidad. El mundo es muy ingenuo.

Pero no renunciemos a lo completo, porque también se muere en paz. El fotógrafo René Robert murió a los 85 años en París un día del pasado mes de enero por hipotermia, tras pasar nueve horas en una acera como consecuencia de una caída sin que nadie le prestara auxilio. El mundo es muy ingenuo.

Titulares: “La ONU dice que hay 45 millones de personas al borde de la hambruna”. 08.11.2021. “Solo un 0,36% del patrimonio de los multimillonarios acabaría con la hambruna mundial, según el jefe de Alimentos de la ONU”. 27.10.2021. Desde mucho antes de la pandemia ya sabemos cuál es la vacuna para evitar las muertes por hambre. También tenemos claro lo que significa que alguien sea un desequilibrado cuando lo decimos de forma coloquial, pero seguimos dando de paso el gran desequilibrio global. El mundo es muy ingenuo.

Más información: 06.12.2021. Los principales fabricantes de armamento aumentaron sus ventas en plena recesión global tras la pandemia de coronavirus. Las 100 mayores empresas, según un informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), ingresaron 470.000 millones de euros después de seis años consecutivos de aumentos. Sus ventas crecieron más de un 15% en el último lustro. Parece clara la ironía: necesitamos a los enemigos para poder defendernos en la vida, pero algunos muchísimo más para aumentar su enriquecimiento. El mundo es muy ingenuo.

Hemos evolucionado muchísimo en la ciencia y en la tecnología, pero aún nos falta un hervor evolutivo para hacer valer el predominio de otra inteligencia superior por encima de la perversión que recurre al dominio y a la violencia, prescindiendo además de las mujeres como mitad de la población, teniendo ellas más tendencia a otros valores complementarios, colaborativos y responsables en favor de la vida, quizá por darla como madres. El mundo es muy ingenuo.

Algo que sabemos bien los artistas de la pintura, que tanto nos sirve como paradigma para la metáfora, es que en el círculo cromático los colores complementarios se encuentran unos frente a otros, y que cuando se sitúan al lado en vez de enfrentados se complementan dándose de forma recíproca más intensidad, al contrario de cuando se pisan, yendo sin remedio de camino hacia lo negro. El mundo es muy ingenuo.

No vemos necesario que los gobernantes se vuelvan artistas y dominen las teorías del color y la composición, pero un Mondrian como bandera en sus despachos no les vendría mal, pues les hablaría de los equilibrios entre diferentes colores y tamaños, ocupando en armonía y sin anularse distintas posiciones, logrando una unidad general al darse la mano todas las partes sin renunciar a una relación entre lo particular y lo universal. El mundo es muy ingenuo.

En cierto modo, el antónimo de ingenuo, con su vuelta de guante, también porta en su contra otra forma paradójica de la peor ingenuidad, ciega por malvada. Pero con tan pésimas certezas, o quizá por ellas, no queremos abandonar un optimismo depositado en la llegada de las siguientes generaciones contando con la mujer, pero solo si la testosterona sin cabeza –o cómo pueda afectar su pérdida– las deja llegar. El mundo es muy ingenuo, maldita ingenuidad.

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