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Carmen Martínez Fortún

Democracia amenazada

Un pacto de Estado

Vivimos en estado de alarma no por la enfermedad sino por la guerra. La amenaza del virus, ahora invisible pero agazapado, da paso a las barbas del vecino, la devastación que provocaría un error o un accidente y la dudosa estabilidad mental de un hombre de poder omnímodo, logrado durante años gracias a la pasividad, indiferencia y errores estratégicos de otros hombres y alguna mujer. ¿Qué hará el sociópata si se ve perdido o tan solo humillado?

Y mientras, en España, con la suerte –esperemos que duradera– de vivir en democracia, llega el primer gobierno autonómico con participación de Vox y el hipócrita escándalo de los gerifaltes populares europeos, jaleados por el mandatario saliente, que muere matando, con lo dulce que era el angelito, mientras un coro de reconocida intelectualidad y progresismo, que no vio ni ve peligro en la coalición del PSOE con comunistas o en el compincheo con independentistas de pasado putinesco o directamente asesino, entona el Miserere y clama por la necesidad ontológica de un cordón sanitario contra Vox para salvar la democracia.

A una no le gustan los extremos, ni el Partido Popular tal como lo han dejado Casado y Egea ni nunca fue socialista. Pero sabe que el bipartidismo, desde la Transición hasta que la nueva política y el sí se puede impidieron al partido ganador gobernar en interés de España por dedicar sus afanes a mantenerse en el poder con equilibrios desquiciantes, logró un nivel de progreso hasta nunca alcanzado.

Deplora que todo ese llanto y crujir de dientes y todo ese sentido de estado no se aplicara antes a impedir unos pactos con partidos cuyos líderes niegan reiteradamente la separación de poderes, abogan claramente por controlar la prensa, señalan periodistas, alentaron en repetidas ocasiones la violencia callejera como modo de hacer política, repudian y recelan de quienes con su trabajo y esfuerzo alcanzan la riqueza, imponen su modelo educativo y su interpretación de la historia y consideran la expropiación como instrumento legítimo. O el escrache, si no es contra ellos.

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