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Fernando Monreal

Fernando Monreal

Doctor en Medicina y Cirugía

La Rebelión catalana del Corpus Christi

(Conversación entre amigos)

–¿Dalmau de Queralt, dices?

–Sí, él era el virrey de Cataluña.

–¿Y lo asesinaron en la playa?

–Efectivamente, cuando huía, tratando de encontrar protección en alguna de las galeras reales fondeadas en el puerto.

–¿Pero a qué se debía tanta inquina?

–Bueno, todo venía de muy atrás. Con la Guerra de los Treinta Años, Felipe II necesitaba de mucho dinero para mantener las confrontaciones en Flandes, así que intentó echar mano de los impuestos. Ya sabes, el recurso asfixiante de la clase dominante sobre el pueblo: la exacción fiscal.

–¿Y qué pasó, que se lo pidió a los catalanes y estos enseñaron los dientes?

–Los dientes y las uñas. La hacienda real se encontraba en unas condiciones extremadamente difíciles, por lo que, a través de lo que se llamó la Unión de Armas, cada uno de los territorios que integraban la monarquía debía de aportar un contingente militar, además de la correspondiente contribución económica. Esta Unión de Armas pretendía extender los elementos del modelo castellano al gobierno de las otras dos Coronas peninsulares: la de Portugal y la de Aragón.

–Y ahí es cuando tocó el turno de los catalanes.

–En efecto. Y las Cortes Catalanas rechazaron tanto la leva como la aportación económica. Fue una rebelión en toda regla.

–¿Esto tiene algo que ver con “lo de los segadores”?

–Pues sí. Estamos hablando del año 1640. Y, concretamente del día 7 de junio, festividad del Corpus Christi. En este día, cientos de segadores acudieron a Barcelona para celebrar la solemnidad religiosa y para aprovechar a ajustar los contratos para la temporada de siega que comenzaba en pocas semanas.

–Ya…, y el ambiente se calentó por momentos.

–Y bien que se calentó; hasta el punto de que tuvieron un enfrentamiento con una patrulla de soldados y…

–Y hubo muertos, ¿me equivoco? Es lo que pasa en este tipo de confrontaciones: se comienza a voces y se termina… Dios sabe cómo.

–Pues, sí, murieron más de una docena de personas y, por consiguiente, se quiso tomar revancha con el linchamiento del virrey.

–Me imagino que, desde Madrid se tomarían medidas de escarmiento versus revancha.

–Sí, el conde-duque de Olivares decidió invadir el territorio en el momento en el que algunos dirigentes catalanes establecían contactos con el cardenal Richelieu, en la conferencia de Ceret.

–¿Conferencia de Ceret?..., no lo había oído nunca.

–También conocida como Pacto de Ceret, que es una localidad del Rosellón. Dicha reunión se realizó entre los rebeldes catalanes y el Reino de Francia.

–¿Y a qué conclusiones llegaron?

–En dicho Pacto, Cataluña se separaba de la Monarquía hispánica, recibía apoyo militar francés y quedaba constituida como república bajo la protección de Francia.

–¿Y se hizo efectivo dicho Pacto?

–Inicialmente sí. Incluso, Luis XIII nombró un virrey y plagó la administración catalana de acólitos. Pero el descontento de la población fue cada vez mayor, ya que se dieron cuenta de que con Felipe IV estaban, quizás, mejor. Finalmente, en 1652 Barcelona capituló ante las tropas hispanas que, al mando de Juan de Austria habían entrado en la ciudad.

–¿Ahí es cuando finalizan las hostilidades con la llamada Paz de los Pirineos?

–Sí, pero esta fue en 1659. Y, hasta esta fecha, los franceses continuaron presionando militarmente.

–Ufff, un sinvivir…

–Tal cual. Tú lo has dicho.

–¡Óscar!, tráiganos otros dos cafés, por favor.

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