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José María Ruilópez

Una comunidad de vecinos

La reacción de la UE ante la invasión de Ucrania

Miguel Ángel Moratinos, que fuera ministro de Asuntos Exteriores con Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno de España en 2004, dijo “que en la UE cada país tenía de ceder parte de su soberanía, hubo un acuerdo económico y comercial, pero a la hora de formar una soberanía común, surgen las dudas”.

Es como si una comunidad de propietarios tiene un local común para hacer fiestas, celebraciones de cumpleaños o invitaciones a vecinos. Pero unos usan este espacio y otros no, y surgen los problemas. Aquellos que no tienen hijos no quieren pagar esa parte de cuota del local porque no disponen de él. Otros se justifican diciendo que nada más van a su piso en vacaciones, durante un mes o dos, y no les interesa ese espacio comunitario y no pagan su parte alícuota.

Así ocurre en la UE. Cuando hay paz y el local común no se usa, todo va bien porque nunca figura en la orden del día en las reuniones de comunidad ese capítulo de la “utilización del local de la planta baja” que siempre está cerrado. Pero en tiempos de guerra la UE tiene que mostrar una unidad de actuación no solo en lo comercial sino también en lo político y en el sacrificio de la vida de los ciudadanos.

Ahora hay otros vecinos que han ocupado esta sala donde los propietarios hacían sus eventos, y los propietarios se han quedado perplejos ante la osadía del presidente de una comunidad aneja, montando allí sus fiestas, después de forzar la puerta y romper los cristales de las ventanas, e, incluso, empujando a los propietarios de la comunidad pacifica, hasta agredirlos.

Estos han pedido ayuda para que la Asociación de Comunidades les eche una mano, y valiéndose de buenas palabras hagan entrar en razón a ese presidente de comunidad invasora que no escucha a nadie y amenaza, además, con pegarle fuego al local con el riesgo de que se queme todo el edificio, incluso los colindantes, y si me apuran la manzana entera, la calle o el barrio.

De modo que la UE y la OTAN que son como los guardias jurados de la comunidad, quieren recuperar lo que legalmente es suyo, pero estos guardias no están en condiciones de pegarse con los otros porque tienen familia y anteponen el bienestar actual antes que entrar en un conflicto laboral, aunque esto les obligue a cambiar de ciudad.

Así las cosas, los vecinos propietarios del local asaltado han empezado a poner en venta sus pisos, ante el problema que tienen, pero se ha corrido la voz y, ¿a ver quién es el guapo que compra un piso con esta hipoteca social?

Bien es cierto que llevan en esos pisos años y años e incluso eran herencia de antepasados que ni se recuerda. Por ello aguantan en sus casas y están dispuestos a resistir como sea, y eso quiere decir incluso hasta perder la vida en la refriega.

El alcalde de la ciudad pide ayuda a los EE UU, que no se atreve a intervenir porque sería como actuar sobre la propiedad privada. Algo así como cubanizar un país. Todo del Estado. Los ciudadanos solo tienen derecho al uso de esas viviendas. Este alcalde, que podría llamarse Zelenski, ahora presidente de Ucrania, sabe que en estos casos, cuando las emociones entran en juego, hay otras ciudades que se han organizado para ayudar a esos vecinos acosados que no les dejan salir de casa a comprar el pan, por lo que esperan resignados a que los benefactores habiliten bajos para almacenar y distribuir alimentos que la gente solidaria aporta, para que esas personas sigan en sus casas y estos organizadores de ayuda la efectúan muchas veces subiendo los paquetes por la escalera a un octavo piso, porque el invasor a reventado los ascensores.

Estoy intentando rematar este artículo entre imaginativo y adivinatorio, pero como el riesgo de equivocarme y causar decepción al lector es posible, y en el peor de los casos ser perseguido por los vecinos invasores, porque no dejo de vocear desde mi ventana: ¡dejad de matar a esa pobre gente que tiene derecho a vivir en sus casas y en paz! Pero los invasores se dan cuenta de mi limitado poder, por no decir que nulo. Y no me hacen ni caso. Y eso me salva. De momento…

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