Tan poco y mal se piensa en los investigadores que hasta cuando la Administración se propone echarles una mano el tiro sale por la culata. La nueva ley de Ciencia, pendiente de aprobación por las Cortes y que persigue acabar con la precariedad e inestabilidad del sector, no contó con las necesidades de los científicos más jóvenes, a los que la reforma laboral laminó cuando suprimió los contratos de obra y servicio, los más usados para contratarles. El resultado: 25.000 puestos de trabajo en el aire en toda España. Hubo que recurrir a una chapuza para resolver transitoriamente el desaguisado. Tal parece que las ministras de Trabajo y de Ciencia e Innovación forman parte de gabinetes distintos, no miden las consecuencias de sus actos o no dialogan entre ellas. ¿Cómo es posible tanta improvisación? 

De un rosal muy antiguo a un valle lleno de pétalos que comercializar. De unos litros de agua del mar a hidrógeno verde producido a costes competitivos. De pantallas iluminadas que alteran el sueño a refulgencias que facilitan el bienestar. ¿Para qué sirve la ciencia? Cuando los recursos son escasos el diablo del utilitarismo tienta a los políticos y a los ciudadanos con esta pregunta. Pues sirve para intentar transformaciones milagrosas como las descritas, que de salir bien cambian para siempre el día a día de las personas.

La bióloga Carmen Martínez rescató las cepas de su Cangas del Narcea natal dando pie a la industria vitivinícola del Suroccidente y acaba de recuperar una rosa única con la finalidad de extender su cultivo para la fabricación de perfumes. De teorías no comen las aldeas. No existe mejor plan de desarrollo rural que promover recursos que retengan población. La praviana Sara Barja consiguió 2,3 millones de la UE, una apuesta extraordinaria, para obtener electricidad limpia y barata descomponiendo el agua. El químico Amador Menéndez diseñó una luz led que no altera los biorritmos de cada individuo manteniendo su eficiencia lumínica y energética. De los resultados de este experimento damos cuenta hoy en el suplemento dominical “Siglo XXI”.

Precisamente Menéndez, articulistas de esta casa, dirige la Semana de la Ciencia de LA NUEVA ESPAÑA, que retornará entre el 18 y el 21 de abril, después del periodo vacacional. La situación de la I+D en el Principado, las aplicaciones de la nanotecnología, la influencia del cambio climático en la salud, la medicina de precisión o la química de vanguardia desfilarán en esta ocasión por las jornadas, con ponentes de máximo nivel, como siempre. La elevada afluencia de público a las conferencias, edición tras edición, constituye la prueba fehaciente de que estos asuntos ya no arrastran a minorías y su interés empieza a popularizarse.

La ciencia asturiana es muy buena. La actualidad ha traído hasta aquí los casos enumerados, una pequeña muestra de sus éxitos. Podrían citarse cientos. La vocación suple las deficiencias de un sistema lleno de peajes absurdos que convierten el camino en una carrera de obstáculos. Hasta los especialistas consagrados tuvieron que pagar esa cuota, solo vencible con tesón, esfuerzo, sufrimiento y suerte.

La vocación suple las deficiencias de un sistema lleno de peajes absurdos que convierten el camino investigador en una carrera de obstáculos

La ciencia son también personas que, en lo que toca a la Administración, siguen estrellándose contra un muro. Como les ocurrió a esos miles de investigadores que, encima de moverse en la incertidumbre con la maleta preparada, quedaron colgados sobre el abismo por un cambio en la legislación que les dejaba sin nada. Pese a que era la crónica de un desastre denunciado desde hace meses, al menos cabe celebrar que la corrección haya llegado ahora, con rapidez para lo que son los tiempos de un aparato administrativo paquidérmico. Los afectados afirman sentirse más tranquilos, pero no seguros.

La rectificación no libra a esa legión de sabios que pelea contra la burocracia de otras penalidades para el reconocimiento de sus méritos y del ahogo en un papeleo inflexible más propio de gestores de facturas que de abanderados del conocimiento. Exprimidos a trámites como en ningún otro lugar del planeta, una cruz en la casilla equivocada puede dar al traste con un proyecto y para comprar material, incluso disponiendo de fondos, hay que rellenar toneladas de impresos. El control, imprescindible, no debiera estar reñido con la agilidad y la simplicidad. Pero así es España. Una ley en tramitación debería supuestamente corregir todos los defectos, aunque visto lo ocurrido cualquiera se fía.

La ciencia resulta determinante, como comprobamos en la pandemia, para reflexionar y decidir con claridad, vivir mejor y transmitir seguridad. La tecnología domina la sociedad moderna. De ella nos beneficiados en cantidad de rutinas cotidianas, desde usar el teléfono móvil a comprar a distancia. Porque los necesitamos como nunca, deje la dirigencia de maltratar a los científicos usando como escudo su infinita paciencia. Y demuéstrenles de una vez que para cultivar la pasión por indagar y compartir el saber en este país, en esta región, no hace falta convertirse en superhéroes.