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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Cordero asado

La concentración posee un prestigio del que carece la dispersión. De ahí también que las historias cerradas funcionen mejor que las abiertas. Hay novelas que en los primeros capítulos van dejando por aquí o por allá cabos sueltos que solo resultan eficaces si en una segunda etapa comienzan a establecer relaciones entre sí. Preferimos la unidad del arte frente a la atomización de la realidad. La vida es azarosa, mientras que en las películas todo sucede por algo. Eso es lo que nos gustaría para nuestras existencias: que todo en ellas sucediera por algo y no de la forma gratuita en la que ocurren las gracias y las desgracias. Hay temporadas, como la que nos está tocando vivir ahora, en las que los problemas revientan por todas las costuras. Tapas un exceso por aquí y aparece otro por allí.

No da uno abasto.

El efecto de atender a tantos frentes (guerra, inflación, subida de los carburantes, bajada de salarios, paro, precios de los productos básicos al alza, etc.) es una dispersión brutal. La mente hace agua por todas partes. La mente se hunde como una barcaza, ya que a las dificultades señaladas ni siquiera hemos añadido aún las de carácter personal: tenemos padres, hijos, nietos, hermanos, amigos, etc., cuya relación no siempre es la deseable. Daríamos algo por descubrir una especie de teoría del todo que sometiera a unidad esa cantidad infinita de flecos abiertos en nuestras vidas y que en una novela como Dios manda ya habrían comenzado a cerrarse.

No es raro que uno de los problemas más comunes de los estudiantes sea el de la falta de concentración: sus mayores vivimos en un estado de dispersión continuo.

Los programas de cocina de la tele tienen tanto éxito porque cuando en ellos se hace un asado, se hace un asado. Vemos el cordero crudo y luego los vemos cocinado, con su guarnición de patatas. Principio y fin. Eso es lo que necesitamos: que las cosas tengan un principio y un fin. Pero llevamos arrastrando desde 2008 una crisis o una estafa, como prefieran referirse al asunto, que no solo no termina nunca, sino que se abre como un abanico, cada vez con más frentes.

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