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Luis Roda

El acoso a Otín y la infección en el bioterio

El juez reflexiona sobre la "conveniente judicialización" del suceso que obligó a sacrificar en 2018 a miles de ratones claves para la investigación en la Universidad de Oviedo

A veces puede ser el azar el origen de daños y desastres; en otras ocasiones es la negligencia no punible pero generadora de responsabilidad civil; y, en algunos casos, son determinadas acciones intencionadas y omisiones sin excusa las que generan consecuencias penales para quienes se demuestre que son responsables de ellas.

En el tema de la masiva infección del bioterio con el que trabajaban el Dr. Carlos López Otín y su equipo de investigadores, desde que conocí el hecho –si no me equivoco, hacia el mes de junio de 2018– me he preguntado reiteradamente en qué ámbito debería incardinar el suceso: en el de las casualidades, en el de una atolondrada pero injustificable falta de cuidado o en el de la conducta delictiva.

Como la absolutamente injusta campaña de desprestigio del científico no había conseguido derribarle, un golpe de esa entidad, que destruía repentinamente el trabajo de años y las esperanzas de curación o mejora de su calidad de vida de muchas personas, dio por fin en la diana, y así la ya comenzada noche oscura del alma que cambió la vida del Dr. López Otín se hizo aún más negra, mas inhóspita y la esperanza se perdió en el camino.

Hay razones de admiración y respeto hacia el gran científico que motivan la redacción de este artículo, aunque sobre todo dominan las afectivas, por el profundo afecto que nos une, a mi esposa Cristina y a mí, con D. Carlos. Pero hay una razón todavía más poderosa: la curiosidad, el deseo de conocer la verdad cualquiera que sea y la tranquilidad moral que proporciona el saber que se han agotado todas las vías posibles de investigación para depurar responsabilidades penales y civiles, forma de ser que atribuyo a la profesión que ejerzo desde hace 43 años.

¿Se denunció, en su día, la infección del bioterio?

Es la primera cosa que se debe aclarar. Desconozco si lo ocurrido con el bioterio llegó o no a manos del Cuerpo Nacional de Policía o del Juzgado de Guardia de Oviedo, por lo que es posible que no se haya formulado denuncia. Si se hubiera denunciado, por el tiempo transcurrido sin que se publicara noticia alguna al respecto lo lógico es entender que fue archivada sin resultado positivo; pero cabe reabrir la investigación.

Si la infección nunca fue denunciada, es imprescindible hacerlo porque, pese a haber transcurrido casi cuatro años desde el desastre del bioterio, aún es posible obtener informaciones muy útiles que permitan reconstruir lo que se hizo y lo que no en aquellos días negros, con el fin de depurar responsabilidades, y nunca es descartable encontrar un hilo del que tirar que conduzca a conclusiones sorprendentes.

En cualquier caso, conviene neutralizar la impresión que está calando en la ciudadanía de la pasividad –en tiempos pasados– de la Universidad de Oviedo en relación a la infección del bioterio y lo sucedido con el Dr. López Otín. A tal efecto, sería necesario aclarar, mediante la investigación judicial, muchas cosas, entre ellas al menos las siguientes:

A) ¿Se descartó por la Universidad la existencia de responsabilidad alguna en la infección tras la práctica de pruebas adecuadas o se hizo sin contar con prueba alguna que le sirviera de base? Si se hicieron, se supone que estarán documentadas y disponibles para el Juez instructor.

B) Lo que antecede –si sucedió así–, ¿fue una decisión colectiva adoptada por expertos en infecciones o no? En caso de haber sido colectiva, habría que facilitar al Juzgado de Instrucción los nombres de quienes hayan podido informar en ese sentido, porque seguramente su testimonio será de utilidad para el instructor.

C) ¿Se practicaron pruebas con los animales infectados para determinar cuál fue el agente patógeno que acabó obligando a su sacrificio? ¿Cuántas pruebas se practicaron? ¿Se conservan? ¿Se ordenó preservar restos de ratones en condiciones adecuadas que pudieran permitir una investigación futura acerca de los agentes patógenos que los infectaron?

D) ¿Cómo se gestionó la limpieza y desinfección del bioterio? ¿Quién o quienes dictaron las órdenes? ¿Se encomendó a una empresa especializada o lo hizo el propio servicio de limpieza de las instalaciones universitarias? En caso de haber sido una empresa externa: ¿Cuál? ¿Cuántos trabajadores participaron? ¿Qué tiempo se empleó en la desinfección y limpieza? ¿Cómo y adónde se trasladaron los restos de los ratones infectados para destrucción?

E) ¿Fue controlado o supervisado el proceso de desinfección y limpieza del bioterio y, en su caso, de recogida de muestras, por miembros integrantes del equipo investigador del Dr. López Otín? Si existió ese control o supervisión ¿surgió alguna discrepancia entre el equipo y la forma en que se acometió la limpieza, desinfección y recogida de muestras?

F) ¿Cuánto tiempo transcurrió desde que se conoció la infección, se ordenó la desinfección y limpieza del bioterio y se ejecutó materialmente la misma?

¿Qué es necesario averiguar mediante la instrucción de la causa?

1º) Lo esencial es saber cuál fue el virus que contagió a los ratones, e, incluso, si los múridos resultaron infectados por varios virus. Me sorprendería que no se hubieran conservado suficientes muestras o los resultados de las pruebas realizadas, entre otras razones por la conveniencia de utilizar dicha información para prevenir la reiteración en el futuro.

2º) Una vez identificado el virus o los virus, habría que determinar su vía de acceso al bioterio. En primer lugar, hay que concretar y explicar las normas de control e higiene –y, en su caso, el protocolo que las regula y que rigen en el bioterio, así como las medidas preventivas que se adoptan cuando se introduce un animal nuevo en él –pues imagino que la mayor parte de animales utilizados en investigación nacen en cautividad, por la fertilidad de la hembra del ratón–. En segundo lugar, hay que analizar si existe alguna medida protectora específica en el bioterio para crear una barrera frente a eventuales infecciones de, por ejemplo, el coronavirus murino. En tercer lugar, se deben relacionar las veces y fechas en que se produjeron infecciones similares en el bioterio de la Universidad, en el caso de que realmente se hayan producido, de modo que quede evidenciado si la infección coincidente en el tiempo con el acoso y la campaña contra el Dr. López Otín ha sido –o no– un caso único en la historia del bioterio ovetense. Finalmente y en cuarto lugar, hay que averiguar si en el mismo edificio de la Universidad existe algún laboratorio que trabaje o experimente con los virus que pudieron infectar el bioterio, estableciendo la distancia física entre ambas dependencias y la posibilidad de que personas que están en una de esas dependencias tengan que acceder o puedan hacerlo a la otra y viceversa.

3º) El tercer paso consiste en intentar establecer la relación de causa- efecto y tratar de identificar, de una parte, a quién o quiénes, con intención de causar daño, o por imprudencia, o por simple negligencia y descuido y sin intención de dañar, pudieron provocar la infección; y de otra, recopilar todas las pruebas posibles para justificar que todo fue producto de un desgraciado azar. Si bien es necesario admitir que será muy difícil identificar uno o varios responsables concretos de los hechos (sean delictivos o no), si al menos se consigue mediante la investigación descartar que todo ocurrió por mera casualidad, indirectamente se habrá probado que fue el factor humano, y no el azar, el causante de la infección masiva.

¿Se está todavía a tiempo de formular denuncia?

Pese al tiempo transcurrido desde la destrucción del bioterio, el delito de daños del artículo 263.2.6º del Código Penal no ha prescrito. De acuerdo con lo establecido en el artículo 131.1 del mismo texto legal, ese delito tiene un plazo de prescripción de cinco años, lo que implica que, si la infección tuvo lugar en junio de 2018, hasta el mes de junio de 2023 no prescribirá, por lo que se puede formular denuncia para investigar en profundidad. Y, mientras no finalice la investigación, todas las posibilidades estarán abiertas.

Lo deseable sería que fuera la propia Universidad de Oviedo quien denunciara; pero en el “caso Otín”, como y se le conoce popularmente –en el que hasta el Presidente del Principado de Asturias ha manifestado públicamente su apoyo a D. Carlos–, quizás la Universidad no sería la única que podría iniciar la causa o pedir la reapertura de la misma si, en su día, se abrió y archivó.

El número de perjudicados por el presunto delito de daños no solo incluye a la Universidad de Oviedo, sino también a todos los investigadores y doctorandos que estaban utilizando el bioterio para sus trabajos y que lo han perdido o retrasado de una manera singularmente lesiva. Pero hay otros perjudicados anónimos, que son aquellos a los que la investigación sobre envejecimiento, cáncer y otras patologías les ha dejado sin esperanza de recuperación; otros habrán fallecido y habrá quienes hayan perdido la expectativa de conseguir mejorar su calidad de vida.

¿Qué daños personales y materiales deberían acreditarse?

La gravedad del delito se puede determinar incorporando a la denuncia la relación de gastos que ha supuesto no solo la limpieza y reposición, sino los muchísimos mas elevados derivados de la inversión en tiempo y medios de experimentación durante años. El Dr. López Otín me habló de un informe externo que cifraba en torno a tres millones de euros la pérdida económica, pero con todo aún más graves son las consecuencias que la infección y subsiguiente destrucción del bioterio ha generado a personas de todas las edades y condiciones a los que el fallecimiento de los ratoncitos modificados genéticamente les ha privado de todo, incluso de la vida.

El equipo investigador del Dr. López Otín no puede facilitar (por la vigente normativa en materia de protección de datos), los nombres de las personas cuyos casos se estaban investigando gracias al bioterio, pero sí se podría identificar el número total de personas, las patologías que les afectaban y que cifraban sus esperanzas en las investigaciones llevadas a cabo y que, un día de junio de 2018, fueron violentamente privados de ellas. Pero pienso que sería algo valiente, hermoso y gratificante para D. Carlos y los miembros de su equipo que los que estaban siendo objeto de estudio con la colaboración –inconsciente– de los ratones, o los familiares de los que, desgraciadamente, ya no podrán hacerlo por sí mismos, se identificaran e incorporaran sus nombres a la denuncia, ejercitando sus legítimos derechos contra quienes pudieran ser identificados durante la instrucción de la causa como autores responsables del hecho delictivo.

¿Qué otros beneficios pueden derivar de la denuncia?

Hay una serie de consecuencias que irían aparejadas al ejercicio decidido de la acción penal, si bien las mismas tienen un contenido más de naturaleza ética y moral que de otra índole:

A ) El primero sería que la propia sociedad civil tomara conciencia de la enorme fuerza que tiene cuando se moviliza “motu proprio” a favor de una causa justa, sin necesidad de ser impulsados por nadie. Esa sociedad civil, a la que no desanimaron las campañas de acoso al eminente científico, demuestra su apoyo al Dr. López Otín en todas sus intervenciones publicas y conferencias, llenando las salas y participando activamente en los coloquios, a los que frecuentemente acuden personas afectadas por patologías sobre las que investigan D. Carlos y su equipo, y familiares de fallecidos que, desde la pena más profunda, quieren hacer llegar su agradecimiento y su calor al Dr. López Otín.

B) El segundo sería poner en evidencia que no es bueno marginar a la administración de justicia cuando suceden hechos tan terribles como la campaña y acoso mantenida en el tiempo contra D. Carlos y la infección del bioterio. Los jueces tenemos los mismos defectos y virtudes que cualquier ciudadano, pero por nuestra especialización estamos acostumbrados a investigar, a combatir a diario con la mentira, la ocultación de información y la tergiversación y, gracias a la cotidiana forja, somos capaces de llegar a metas que no están al alcance de otros ciudadanos.

C) Finalmente, la judicialización de la infección del bioterio, abstracción hecha de su resultado, sería la prueba del apoyo que la mayor parte de la sociedad asturiana quiere prestar al Dr. López Otín, una forma de agradecer el trabajo que él y su equipo han desarrollado, siguen haciendo a pesar de las trabas, y que ojalá continúen ofreciendo a la sociedad en el futuro, si bien a este respecto debo confesar que tengo miedo de que no sucedan las cosas tal y como deseo.

Difícilmente se explica que todavía no le hayan concedido a D. Carlos el premio “Princesa de Asturias”, aunque tengo claro que en modo alguno le compensaría el devastador daño y dolor que ha sufrido en estos aciagos años. Pero seguro que, si se le otorgara el premio, sería una forma de canalizar oficialmente hacia él todo el calor y afecto que emana de la sociedad que le apoya, y eso algún efecto positivo y reparador tendrá que producir.

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