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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Cuando a la peste la llamamos gripe

La respuesta de la Administración a la nueva ola de la pandemia

El Gobierno central, como ustedes saben, decidió a mediados de abril eliminar la obligatoriedad de las mascarillas en interiores, salvo en los centros sanitarios y sociosanitarios y en el transporte. Al mismo tiempo, se han modificado radicalmente tanto el registro de los enfermos de covid como la notificación del número de infectados, con la intención de dar la impresión de que el riesgo es leve y la situación está más o menos controlada. El covid vendría a ser, en lo personal y lo social, como una gripe.

Cuando a la peste la llamamos gripe

Pero la realidad es muy otra, lo único que se ha hecho ha sido lo que denominé en LA NUEVA ESPAÑA del 19/03/2022 la “ocultación de la pandemia”. En primer lugar, controlando estadísticamente solo a los mayores de 60 años y a las personas especialmente vulnerables y, eventualmente, a quienes presenten una afección notable (fiebre alta, problemas respiratorios). De modo que quienes no tengan esos síntomas y no se hallen en los dos grupos citados, una gran mayoría, no tienen existencia estadística, aunque estén infectados.

El Gobierno sabe que, de todas maneras, la decisión que ha tomado presenta muchos problemas en la práctica, y, así, recomienda un “uso responsable” de la mascarilla en interiores donde se permanezca mucho tiempo, en “eventos multitudinarios”, “en el entorno familiar y en eventos privados” según los participantes; siempre en ámbitos sanitarios y sociosanitarios; cuando aún estando en espacios abiertos no se pueda mantener la distancia de 1,5 metros con otras personas durante un tiempo (¡Y quién habla con otro a una distancia superior a 1,5 metros!). En el ámbito laboral, deja las decisiones en manos de los departamentos de prevención riesgos laborales.

Esa negación de la realidad lleva a que no se de la baja laboral a quienes no tienen síntomas graves. Deben por lo tanto acudir al trabajo a pesar de poder infectar; eso sí, con la responsabilidad de llevar mascarilla, aunque se les recomienda el teletrabajo (por ejemplo, si usted es dependiente en un comercio o trabaja delante de un torno).

Es curioso que, por una parte, el Gobierno sacuda sus responsabilidades en las empresas (¡a cuántos problemas y pleitos puede dar origen esa decisión!), que ya se han quejado por ello y por la imprecisión de la norma, y que, por otro, no permita a los Gobiernos regionales tomar sus propias decisiones en virtud de la situación de la pandemia en sus lugares. Así, ejecutivos como los de Asturies, Galicia o Cantabria, en desacuerdo con la medida, tienen que limitarse a pedir responsabilidad a los ciudadanos, es decir, a invitarlos a que hagan caso omiso de la norma del Gobierno central. El de Galicia ha pedido que las mascarillas se sigan usando en las escuelas.

Y la realidad es que los datos empeoran semana tras semana en casi toda España, tanto en infectados (anotados estadísticamente) como en ingresos hospitalarios. En nuestro país vamos casi a la cabeza de España (¡triste registro!). En concreto, en una progresión continua, el domingo 24 de abril 395 personas permanecían hospitalizadas con confirmación de covid, de los que 384 estaban ingresados en planta y 11 en la UCI. Entre los días 21 y 24 de abril habían fallecido un total de 17 personas por el coronavirus, con edades comprendidas entre 44 y 99 años.

De modo que la comparación del covid con una simple gripe es una total falacia, entre otras razones porque la gripe es una enfermedad estacional, el covid no; el covid tiene en algunos casos efectos invalidantes permanentes, la gripe no; la gripe no causa tantas muertes.

Además, sobre el covid no sabemos muchas cosas, por ejemplo, ¿cuál es la prevalencia actual de ómicron y sus variantes? ¿Van a aparecer otras cepas para las que la población no esté vacunada? ¿Es suficiente la inmunidad temporal de las vacunas hasta ahora suministradas? ¿Lo es la autoinmunidad de los ya contagiados?

Y, por otro lado, no sabemos exactamente en qué momento del contagio actual estamos. ¿En el final de un proceso? ¿En el comienzo de otro, de otra “ola”? El caso es que las infecciones no paran de aumentar. Echar la culpa de ese aumento a la movilidad y aglomeraciones de Semana Santa no es más que una hipótesis. Y, si fuese así, ¿qué ocurrirá durante el verano cuando movilidad y atropamientos son más?

En todo caso, no olvidemos una cosa importantísima, los efectos inducidos: la ocupación hospitalaria retrasa visitas, tratamientos y operaciones, ya de por sí bastante retrasadas, con una espera desesperante y dañosa en muchos casos. En estos momentos ya estamos ante una semiparalización de operaciones en nuestros hospitales.

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