A LA NUEVA ESPAÑA le preocupa, sobre todo y por encima de todo, Asturias. En nuestro suplemento dominical empieza a publicarse hoy “Asturianos”, un retrato colectivo de la región mediante el relato de sus propios protagonistas, los habitantes de esta tierra, con sus iniciativas, su experiencia, sus inquietudes y su visión sobre lo que nos atañe en este momento crucial. Se trata del tercer recorrido que hacemos por cada uno de los 78 concejos desde que comenzó el siglo para dar continuidad a un proyecto de análisis en profundidad sin precedentes en la prensa española. Con un objetivo fundamental: encontrar un futuro mejor y convencer a la sociedad regional de que acertar en ese camino está solo en sus manos, no en lo que decidan otros, ni en las ayudas que puedan llegar de afuera.

Las debilidades de la región derivan en realidad de una misma raíz, su escaso dinamismo. El envejecimiento no supone en sí inconveniente alguno sino motivo de felicidad. Ojalá la esperanza de vida alcance cotas mayores. El hundimiento de la natalidad evidencia bonanza, el precio que pagan por su privilegiado bienestar los países modernos. Los desequilibrios territoriales, con municipios vacíos y urbes saturadas, son la consecuencia de una sociedad que valora, por encima de cualquier otra antes, la oferta de ocio y la comodidad de las ciudades. Y, en fin, en la época de la globalidad, que los jóvenes vuelen del nido a otros mundos debería plantearse como una experiencia enriquecedora obligatoria. Pero cada uno de estos rasgos adquiere otra dimensión cuando no estamos preparados para afrontarlos y la falta de pulso los convierte en un quebradero insostenible. Eso ocurre ahora en esta tierra.

Si no deseamos engañarnos, conviene admitir que en términos estadísticos disfrutamos de una prosperidad equívoca. La región produce por cada uno de sus habitantes menos que la media española y goza en cambio de una riqueza superior al resto. Ese colchón es el fruto de optar por miles de jubilaciones anticipadas para remodelar los principales sectores económicos. La transferencia de dinero al bolsillo de los ciudadanos en prestaciones garantizó la paz social. El PIB y la renta son magnitudes convergentes. Solo en contados casos registran desvíos, y en ninguno con una diferencia tan acusada como en el Principado. La renta ya va cayendo a medida que desinfla el efecto dopaje de las pensiones y se igualará tarde o temprano a la posición relativa en la producción que los asturianos sean capaces de sostener con su fuerza laboral exigua. Porque Asturias registra el menor número de personas trabajando o buscando empleo del país. A pesar de las dudas que siembran los indicadores y de la ausencia de políticas para el crecimiento, se sigue viviendo muy bien. ¿Quizá esté ahí el nudo gordiano de lo que nos ocurre?

La región es una fábrica de talento que exporta profesionales excelentes a los que debería brindar la oportunidad de desarrollarse aquí, si quisieran, para acelerar el despegue económico

Los expertos diagnosticaron hace mucho el resultado final de este espejismo. De desistir y cruzar los brazos esta generación legará estrecheces a la siguiente. “Asturianos” será el tercer viaje en dieciséis años que LA NUEVA ESPAÑA emprenda en busca de una mirada que incite a la búsqueda colectiva de alternativas y progreso. En el primero, “Asturias, siglo XXI”, entre 2006 y 2007, levantamos acta de la situación de los concejos en el paso del milenio tras las reconversiones. En el segundo, “Viejas y nuevas polas”, entre 2010 y 2012, amplificamos la lente y captamos el alma de las villas y su fértil variedad. Ahora recogemos historias de vida.

Cientos de asturianos que han sacado adelante iniciativas concretas, con especial atención a los jóvenes, contarán cómo lo han conseguido, sus grandes aspiraciones y los requisitos para mejorar. Una mirada a lo que somos para decidir lo que queremos ser. Asturias lleva tiempo encogiéndose, incapaz de encontrar un rumbo, cuando existe un mar de posibilidades al margen de opositar o jubilarse. Que los testimonios que vamos a recopilar se conviertan en un impulso para que el pujante capital humano asuma el protagonismo que le corresponde, para descubrir campos inéditos y para estimular por fin transformaciones. No existe nada tan frustrante como la lentitud en el cambio de mentalidad. Avanzamos, pero no a la velocidad suficiente que requieren los tiempos para recortar la distancia con los territorios de cabeza.

Centrémonos en lo que nace, por ejemplo un prometedor tejido científico, una industria cultural potente y otras cosas que apenas se ven. Aprendamos de lo que emerge. La resignación y el fatalismo no caben como respuesta. Asturias es un lugar maravilloso para residir por su entorno y las favorables condiciones creadas por los asturianos. También una fábrica de talento que exporta profesionales excelentes. Esas personas que triunfan en mercados exteriores de la máxima exigencia deberían tener la ocasión de elegir desarrollarse aquí, si quisieran, para contribuir a acelerar el despegue regional. Porque este debe ser también un paraíso de oportunidades para trabajar, multiplicando las empresas y los empleos. Solo actuando y reflexionando juntos lo conseguiremos. Hagámoslo.