La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JC Herrero

De regreso a Casablanca

Espionaje de película

La inescrutable comparecencia de la exministra de Exteriores González Laya ante el magistrado por no comprobar el pasaporte de un viajero incógnito, sin cuestionar el carácter humanitario al que recurría pidiendo clemencia estatal, deja claro el nivel Maribel de nuestra diplomacia. Aún así nos vino de perlas recuperar la entente con Rabat, aunque sea a medio gas.

Durante la segunda contienda mundial, Casablanca fue un lugar de encuentros expiatorios, se expiaban culpas y aterrizaban aviones cargados de espías, delincuentes y aventureros comerciales.

Explicarle a un juez cómo funciona nuestro sistema nacional de inteligencia o el tratado de Schengen es cuestionar su magisterio. No vale que te esfuerces en recurrir a Gardner, a sus múltiples inteligencias para aclarar que además del CNI está el Cesicat catalán o las intrigas israelíes.

Con ese tropezón diplomático se forzó el tratado de Schengen, miles de incógnitos marroquíes se aferraban al mismo derecho, a la misma valla saltándola.

En España somos muy de fe, desvestimos un santo y vestimos a otro eufemístico, pero los hábitos de su majestad Mohamed VI nos permiten volver a Rabat, a Casablanca sin problemas. Hay amenazas de guerra mundial.

Los hermanos Marx también volvieron a “Casablanca”, la de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, de la Warner. Warner Brothers llamó al orden a la productora de los Marx, frenándoles Groucho con una magistral carta en la que prometía que Harpo no emularía a Ingrid Bergman aunque imitase la escena fumando en pipa. Nazis, espías, cacos y demás farándula conchababan bajo las teclas del piano de “Tócala de nuevo, Sam” regentado por Bogart.

Por su empecinada “desnazificación” el presidente ruso quiere ser más actor que Zelenski, nos amenaza con que a la tercera va la vencida. Putin, al cambio, es el presidente de Sylvania reclamando para sí una versión de “Sopa de Ganso”, tolera mal los guantazos de occidente, Libertonia en la película.

Los sistemas de inteligencia sirven para algo, dan una de cal y otra de arena pero permiten volver a Casablanca, caso que Vladimir apriete el botón.

Pena que no esté Groucho Marx, el mejor embajador para un aspirante a actor que hace oídos sordos a la OTAN, a la ONU y al que se ponga por delante.

Con un poco de suerte a ver si aparecen Chicolini y Pinky, desertores del centro de inteligencia del país opresor, ellos facilitarían jubilar al presidente ruso.

Compartir el artículo

stats