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Urbano Rubio Arconada

Competitividad

Urbano Rubio Arconada

Modelo productivo para Asturias

La necesidad de aumentar la productividad con una industria de alta tecnología

Los datos de Asturias son demoledores: en los últimos diez años la renta per cápita ha disminuido 1.200 euros y el PIB regional ha caído diez puntos mientras, en Madrid se ha incrementado cerca de ocho puntos porcentuales. La población ha disminuido en 60.000 personas y los trabajadores en activo han disminuido en 6.000. Asturias es de las primeras comunidades en número de impuestos y la última en actividad productiva. En una situación de depresión económica, en la que casi el 70% de los ciudadanos vive (directa o indirectamente) de una paga del erario público y donde ya se venden más pañales para mayores que para bebes, proponer y acertar con un nuevo modelo productivo es tarea harto complicada, aunque intentarlo es un sano y humilde ejercicio para poner en el debate potenciales soluciones.

Asturias debe cambiar de mentalidad desde la escuela, incorporando en los libros ciencia técnica, cultura financiera y emprendimiento, para intentar salir del subdesarrollo tecnológico y dar respuesta a los desafíos del siglo XXI: la hegemonía de la prosperidad. Lo que menos se necesita es un modelo de Estado caro y disfuncional. Lo público no es gratis, pues cuanto más público más impuestos y más deuda soberana y, por tanto, en un mundo globalizado, menos competitividad, empleo y riqueza. Es un asunto de cuentas y no de cuentos. El cambio de modelo productivo pasa por reducir el peso de las administraciones públicas y de la burocracia mercantil. Un modelo que requiere transitar de los sectores tradicionales y de baja productividad a actividades económicas de alto valor añadido basadas en la economía del conocimiento y de capital humano de alta cualificación. La productividad no se mejora con la incorporación masiva inmigración de mano de obra poco cualificada, sino de recursos talentosos como los que se van al exterior por falta de oportunidades. En los tiempos actuales de alta tecnología, el incremento de producción surgido por aumento de recursos humanos tornará en improductiva, mientras el de la ciencia e innovación se traducirá en aumento de competitividad de mercado, y por ende en riqueza. La idea de generar polos tecnológicos sólo se puede llevar a cabo con cargas fiscales bajas, cosa que ha hecho Irlanda y le va muy bien. En este proceso definitorio de reinventarse a sí mismo, no se puede olvidar que los países que mejor soportan los efectos de las crisis son aquellos que tienen una fuerte base industrial, tanto en manufactura cómo aquella que incorpora en sus productos avances tecnológicos. No es que un país muy industrializado vaya a dejar de tener los problemas derivados del carácter cíclico de la economía, pero desde luego la inercia que aporta la industria suaviza estos fenómenos.

Asturias ha reducido su industria en casi diez puntos en lo que llevamos de siglo sin alcanzar siquiera el 13% del PIB (30% tiene Alemania o el 36% de Irlanda). Asturias basa ahora su actividad en los servicios, pero éstos, a pesar de tener su importancia, son complementarios pero insuficientes. En caso de crisis el “castillo” servicios resulta ser de naipes y tiende a desplomarse. La producción de bienes tangibles es fundamental para la solidez económica de un país. La implementación de tecnologías como la robótica, la industria 4.0, la medicina regenerativa, la industria biomédica o las comunicaciones futuristas “TICbeat”, son sectores de modelo de éxito. También la industria turística del futuro 3.0. Un negocio para hacer una región ventajosa por su naturaleza y sus peculiaridades culinarias, al que hay que impregnar de innovación y valor agregado para el consumidor más solvente. Respecto a la tecnología digital, existe una creciente brecha: de un activo del 3,5% sobre PIB de americanos y chinos y el 2,5 de alemanes a un escaso 1,3 de nuestra parte. Las diferencias del ecosistema digital se convierten en un abismo irrecuperable sino no se aplican las reformas precisas. Un modelo productivo industrial avanzado tecnológicamente, con alta especialización y generación de eficiencia económica debe configurarse con medidas eficientes: internet como palanca para la automatización, fiscalidad de mínimos para emprendedores tecnológicos, procurar una energía competitiva y sustentar el talento y la innovación. Suprimir trabajos “zombi” que se mantienen vivos a través de refinanciaciones públicas constantes y que se comen el crecimiento, lo que es un lastre para la productividad. Una asaz elocuencia en I+D+i y mucho libre mercado en un hábitat de cero restricciones. El reto es dejar de mirar a las subvenciones y trazar un camino decidido hacia la industrialización y la generación de ocupación productiva: “Los tiempos complejos, son también tiempos de oportunidad”.

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