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LNE FRANCISO GARCIA

Las gildas del Noroeste

La fraternal relación entre Revilla el cántabro y Barbón el asturiano resulta enternecedora, aunque se antoje ciertamente demodé, tanto por la diferencia generacional como por la distancia ideológica: lo que separa la edad y el desenvolvimiento político no lo une la ría de Tina Mayor, por mucho que se empeñen ambos dignatarios sin cuitas fronterizas.

Si se permite la humorada, en caso de llevar esa relación tan sorprendente al ámbito del tebeo, ambos personajes pasarían sin mayor reparo por el abuelo Cebolleta, el de las mil batallitas; y su nieto, el travieso Diógenes. Solo falta el loro Jeremías fumándose un puro, como en las viñetas del gran Vázquez. En este caso un urogallo o un charrán común.

Teniendo en cuenta que no existe afinidad ideológica entre el populista Revilla y el socialista Barbón y aun así se pasean del brazo por las calles de Pola de Laviana, como el pasado domingo, convendría a los intereses geopolíticos de la coalición astur-cántabra añadir al vecino castellano-leonés y al primo gallego a sus frecuentes andanzas. Juntos los cuatro dirigentes en comandilla, la entente cordial del Noroeste alcanzaría mayor voz y presencia en Madrid. En momentos de crisis y convulsión económica, la reunión múltiple de esfuerzos territoriales augura mayores réditos que ir por libre o en pareja a pedir a Moncloa.

De esa forma, retornando a los míticos personajes de Vázquez, más eco mediático se obtendría de multiplicar por dos a las hermanas Gilda: Leovigilda, Hermengilda, Sisebuta y Chindasvinta. Para competir con Euskadi y la pujanza de sus beneficios fiscales podría incluso convenirse un pincho común: la gilda del Noroeste: anchoa de Santoña, aceituna de Fermoselle, y en lugar de piparra, un pimiento de padrón. Y Barbón que ponga los palillos y unas cajas de sidra.

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