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José María de Loma

Sacarina

Endulzar la mañana

Me gusta robar sacarina. Se empieza diciendo que sabe mejor el café con sacarina robada que con azúcar trabajada y se acaba no dando los buenos días. Si me traen un sobrecito pido otro y lo echo al bolsillo. Si traen un cuenquito con muchos sobres me agencio dos o tres. A veces el café y el bollo están a un precio que podría llevarme siete o dieciséis sobrecitos. Pero nunca paso de tres. La sacarina no es tan cara, me dice un amigo al que confieso este delito, que no sé si es dulce vicio o costumbre edulcorada. En ocasiones, cuando cojo del armario una americana, al ponérmela encuentro algún sobrecito en un bolsillo recóndito. Entonces paso un rato tratando de recordar dónde conseguí ese sobre, qué peripecias ha vivido conmigo y con la americana, dónde ha viajado, en qué cafetería o restaurante lo elegí. Tal vez en un chino de Barcelona, en una marisquería de Cádiz o en un merendero de Málaga. A lo mejor en el aeropuerto de Ibiza o en casa de un amigo entomólogo, cojo y fan del Oporto.

Lo edulcorado o “light”, el sucedáneo, lo poco nutritivo ha triunfado tanto en nuestra sociedad que en algunos sitios ya te traen directamente la sacarina sin pedirla.

–Oiga, no teorice; es que la gente no quiere engordar ni tener diabetes.

Para que mi vida no sea muy monótona me permito la emoción y vértigo que proporciona la estevia. Un día es un día, me digo. Pero no sé para qué me digo nada, si la estevia es natural y endulza y no aporta calorías. O sea, va a ser como la sacarina, solo que no es sacarina ni la tienen en los bares. Lo que me gasto en estevia lo compenso agenciándome sacarina. Claro que también podría comprarme una americana nueva. En algunos sitios escriben “stevia” en lugar de estevia, que significa en una lengua precolombina hierba dulce.

En mi supermercado la sacarina, la estevia y otras formas de engañarse están en el apartado de dulces.

–Hombre, no van a estar con el jamón ibérico.

Ya, ya, pero ahí es nada llegarte a por sacarina y ver al lado los donuts de chocolate, las galletas con mermelada, las chocolatinas o los bollos rellenos de crema. En un artículo sobre la sacarina ya he escrito dos veces la palabra bollo. No sé si un artículo sobre la sacarina puede endulzar la mañana o si ustedes han leído al botones Sacarino, glorioso personaje de Ibáñez que yo leía en mi adolescencia, esa poco dulce etapa vital que la memoria edulcora. Cuando te crees que todo el monte es azúcar.

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