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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

El fracaso del “covid cero”

China se estrella en su lucha contra la pandemia mientras las democracias vuelven a la normalidad

Celebramos el declinar del covid. Nos hemos quitado la mascarilla en el trabajo y en los colegios. Desde esta semana ni siquiera es obligatoria en los aviones. El turismo recupera cifras de 2019. Los hospitales ya no están colapsados. La vacunación de la población casi alcanza el cien por cien. Volvemos a llevar una vida próxima a lo que hemos dado en llamar normalidad. Intentamos superar el dolor por los que se han quedado atrás, muertos, enfermos, arruinados. Lástima que haya venido Putin a aguar la fiesta y a estampar su bota sobre Ucrania y sobre nuestras maltrechas economías.

Con sus errores, nuestro país, como los de su entorno, está superando la pandemia. Llegados a este punto, debemos concluir que España, al igual que el resto de Occidente, sale bastante airoso del envite del covid. Sí, es verdad que tardamos en reaccionar, que lo minusvaloramos –aquel inoportuno 8-M de 2020–, que dimos palos de ciego –mascarillas sí, mascarillas no–, que hubo gestiones catastróficas –las residencias–, que la coordinación entre administraciones dejó mucho que desear –cada una parecía hacer la guerra por su cuenta–.

Que incluso se recurrió a medidas excesivas, impropias de una democracia, como el confinamiento y el estado de alarma, dudosamente legales, o el cierre del Parlamento, que ni siquiera las guerras deberían detener su funcionamiento. Muchos errores que habrá que analizar detenidamente para no volver a improvisar ante las próximas emergencias, que sin duda vendrán.

Mientras nosotros disfrutamos de la renovada salud –con sus inevitables secuelas– y el recobrado bienestar –con sus limitaciones–, países como China viven lo que ya empieza a ser una situación insostenible, como consecuencia de la severa y obstinada política de “covid cero”. Una oleada de rebrotes, atribuida a la variante ómicron, está azotando a su población como no se recordaba desde 2020 y poniendo en cuestión su expeditiva forma de enfrentarse a la pandemia.

Los 25 millones de habitantes de Shanghái, el motor económico del país, llevan más de un mes confinados, la escasez de alimentos empieza a ser alarmante, los servicios médicos se colapsan, los campamentos de cuarentena se convierten en un peligro por sus insalubres condiciones. En Pekín, el centro político, no hay confinamiento, pero la ciudad se encuentra bloqueada por el cierre generalizado de empresas, comercios y todo tipo de establecimientos públicos. Si a ello añadimos el cierre de fronteras, el resultado es que la segunda economía del mundo va camino de paralizarse.

A la grave situación de China se acaba de sumar la de Corea del Norte. El virus se ha infiltrado en el hermético país y ya han aparecido los primeros casos en su capital, Pyongyang. Si el virus sigue avanzando, las consecuencias pueden ser catastróficas en un país con una de las peores infraestructuras sanitarias del mundo, y completamente aislado, al depender solo de China, que acaba de interrumpir su abastecimiento. El peligro de una pandemia descontrolada y una hambruna sin precedentes es más que probable.

Por si fuera poco, las dictaduras han optado por el uso de sus propias vacunas, que se han demostrado mucho menos eficaces que las occidentales. Además hay que destacar su ineficiencia al inmunizar a la población. En China hay 50 millones de mayores de 60 años pendientes de vacunarse y en Rusia el 50 por ciento de la población aún no ha recibido la dosis completa.

Hay que reconocer que la mortalidad por covid en China –y también en Corea del Norte– ha sido, si hacemos caso a sus datos oficiales, menor que la de Occidente. Pero quedan lejos las bravatas del éxito de su política de covid cero, de la que se deshacía en elogios la propia OMS, que ahora ha tenido que rectificar.

La democracia, pese a tener menos margen de control, ha demostrado ser mucho más eficiente que la dictadura, con la población atenazada, también en la lucha contra la pandemia.

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