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Pilar Garcés

La regla y otros temas sangrantes

Los derechos laborales de la mujer

Bienvenido sea cualquier nuevo derecho femenino, aunque resulte llamativa la resistencia a ampliar los permisos de maternidad de las mujeres para acercarnos a sociedades europeas más avanzadas.

Vaya por delante la satisfacción de oír hablar tanto y tan bien de la menstruación a señores comentaristas más acostumbrados a desentrañar los misterios del multiverso, el criptoinvierno, la greenflación o el último fuera de juego. Emocionante verles implicados en algo que hasta ayer mismo les importaba un pito, servía para hacer chistes o incluso les daba un poco de grima. Poner sobre la mesa del Consejo de Ministros un asunto considerado menor y cosa de mujeres tiene la virtud de airear el debate público, ampliar el concepto de sociedad del bienestar y dirigir un rato el foco sobre la mitad de la población habitualmente en la sombra. Normalizar cosas normales es tendencia política. Está por verse si tenemos en estos momentos un país y un mercado laboral que facilitará que las trabajadoras afectadas por reglas dolorosas incapacitantes con causa diagnosticada ejerzan su nuevo derecho a una baja totalmente remunerada.

Yo diría que no. Que, salvo a las funcionarias, nos puede pasar como a las japonesas, que gozan de la posibilidad de pedirse el permiso mensual desde hace años pero no lo hacen por miedo a que las despidan. Y se toman su pastillazo, se llenan la bolsa de agua caliente y se meten en la cama en cuanto vuelven del tajo, como hemos hecho toda la vida, intentando que se note lo menos posible. Imagino que la vicepresidenta de Economía, Nadia Calviño, que es lista y frecuenta a nuestra patronal, ha hecho sus propias cuentas. Les damos lo de la regla, que no lo van a pedir más que cuatro, y les decimos que no a todo lo demás, que cuesta un potosí. Ellas tienen su momento de gloria con una reivindicación periférica pero vistosa y nosotros las cuentas claras y sin números rojos. Ni IVA reducido en los productos higiénicos ni permiso preparto, que se queda en la semana 39. Siete días de preparación para el momento que lo cambia todo.

Una empleada que pudiese tomarse sus cinco días de baja mensual por dolores insoportables de la menstruación faltaría de su puesto alrededor de once semanas al año en una hipótesis extrema. La baja maternal en nuestro país es de 16 semanas para la parturienta y lo mismo para el padre, solo seis de disfrute obligado. En el caso de los embarazos gemelares se dan 18 semanas. Mención aparte merecen las monoparentales, a quienes la ley da un único permiso de 16 semanas, aunque los tribunales están reconociendo el derecho a disfrutar de 32 a quienes se animan a meterse en reclamaciones judiciales. Hasta la ministra de Igualdad, Irene Montero, que presume de que España será el primer país de Europa en reconocer por ley los permisos menstruales, se dará cuenta de la descompensación y la falta de atención a la conciliación familiar que denota esta comparación, un sesgo que habría de corregirse al alza. Las naciones de nuestro entorno carecen de una legislación específica para la regla, pero nos dan sopas con honda en la protección de la maternidad, de los derechos de las trabajadoras que deciden tener hijos y de los ciudadanos recién nacidos. Igualamos a Turquía en permiso por hijo, mientras que el vecino Portugal otorga 32 semanas, Reino Unido 52 semanas y los países nórdicos hasta dos años. Cabe esperar, ley de Familias mediante, alguna mejora en esta situación también sangrante que permita acabar la legislatura hablando de verdadera transformación social.

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