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Vicente Montes

Asturias necesita un pacto sincero

Todos los partidos coinciden a la hora de identificar los retos de la región, pero el juego de la política les impide alcanzar un acuerdo más allá de sus estrategias

Sin la distorsión que generan en los políticos los micrófonos y las cámaras, o los mensajes dirigidos a los propios o los contrarios, los portavoces parlamentarios de la Junta General charlaron entre ellos, de manera espontánea y durante una hora en un encuentro informal convocado por LA NUEVA ESPAÑA con motivo de los tres años de legislatura. Se trataba de una cita inédita que los propios protagonistas reconocían: nunca habían coincidido fuera de la tribuna de la Junta o el marco de la actividad parlamentaria para hablar sin tapujos. Y lo que estaba previsto como una convocatoria despreocupada se convirtió en un debate diáfano sobre la realidad de Asturias: sus retos, sus problemas seculares y las vías para resolverlos. Cada uno con sus matices, es cierto, pero todos ellos con un argumento propio y sincero. Entonces, ¿qué impide un acuerdo amplio y duradero en el tiempo? Probablemente, las propias cuitas de la política: las estrategias partidistas, los mensajes enlatados, las fórmulas acuñadas por cada cual, las directrices nacionales y los cálculos electorales. A un año de las elecciones autonómicas y municipales de 2023, el clima político asturiano subirá de temperatura en la confrontación y será casi imposible alcanzar acuerdos que trasciendan la legislatura en el último tramo de este mandato. Pero la región necesita voluntad compartida. Y soy testigo de que hay mimbres para ello.

Asturias necesita un pacto sincero

Los portavoces parlamentarios de los siete grupos políticos con representación en la Junta General del Principado identificaron dos problemas clave: un cambio de paradigma económico, que necesariamente Asturias debe afrontar, y un problema endémico que es la caída demográfica y el envejecimiento de la población. Sobre ambos, pero en especial sobre el último, todos coinciden en que lo ideal sería establecer una hoja de ruta para las próximas décadas porque no es un problema que tenga fácil solución inmediata. En ese encuentro se habló mucho de empleo, como la clave para revitalizar una región que vive con tintes dramáticos la salida de sus jóvenes. Pero no ya para mejorar en experiencia y regresar a su tierra para revertir en ella lo aprendido y lo que Asturias les ha dado formándolos, sino con la amarga sensación de no poder regresar nunca. Por los portavoces de izquierdas y derechas se puso el acento en la necesidad de facilitar el acceso al empleo de las mujeres, de las fórmulas de conciliación para favorecerlo; de la necesidad de servicios que animen a las parejas a tener hijos sin que eso suponga para los padres renunciar a expectativas laborales o empobrecer su calidad de vida de forma drástica; de las políticas que fomenten la natalidad y no orillen del futuro a las familias con menos recursos.

Se habló de estrategias para atraer grandes empresas, pero también de la necesaria para facilitar que nazcan y crezcan nuevas iniciativas empresariales. Y aunque de tanto en cuanto aparecían las consignas de cada cual y también, las líneas rojas, había preocupación y voluntad por resolver los retos que encara una región que afronta unos años decisivos para su porvenir. Lo dicho, no había micrófonos y quizás eso obró la magia. Pero Asturias necesita voluntad colectiva y alianza compartida. Porque más relevante y severo que el examen a corto plazo será el que hagan las generaciones futuras.

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