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Antonio Trevín

Cuatro décadas autonómicas

De Rafael Fernández a Sanxenxo

Esta pasada semana se cumplieron 40 años de la toma de posesión de nuestro primer gobierno autonómico. Este ejecutivo, encabezado por Rafael Fernández, estaba compuesto por nueve consejeros del PSOE y uno del PCE. Con ellos se inició una Asturias más próxima a las necesidades y los problemas su ciudadanía. Nuestro Estado del Bienestar y sectores económicos como el turístico o el agroalimentario, lo agradecieron. Otros aspectos de nuestra economía, no tanto.

Rafael fue también presidente del Consejo Regional preautonómico desde 1978. Antes, en la guerra civil, fue consejero de Hacienda del Consejo Interprovincial de Asturias y León, creado por la República en diciembre de 1936. El 24 de agosto de 1937 dicho Consejo se declaró soberano y le confió la cartera de Justicia y Orden Público.

Perdida la guerra se exilió a México, junto con su esposa, Purificación Tomás, hija del líder socialista Belarmino Tomás. No pudieron regresar a España hasta 1976. Pura, como afectuosamente la conocía la militancia del PSOE, fue concejala socialista en Oviedo desde 1983 hasta su fallecimiento en 1990.

Conocí a Pura, a sus hermanos Urcesino y Agripino y a María Luisa Fernández, la mujer de este último. A todos admiré, por el respeto y la franca camaradería con la que se relacionaban con nosotros, jóvenes militantes que creíamos saberlo todo y casi todo era lo que ignorábamos. Por la dignidad que evidenciaban en su vida pública y privada. Y por la memoria histórica que representaban y tan bien trasmitían, según les enseñó “El soberano de Asturias”, como J. J. Menéndez García, bautizó a Belarmino Tomás. Tanto en el PSOE como en la UGT, los Tomás y María Luisa unieron historia y compromiso con su tiempo, valores democráticos y consenso social.

Rafael Fernández aplicó esos principios durante la transición, contribuyendo a la “reconciliación positiva de todos los sectores políticos asturianos” como escribió Juan de Lillo. Si en el Club Siglo XXI se produjo una de las imágenes mas significativas de nuestra Transición, la de Fraga presentando a Carrillo, en Nava, cerca de Fuensanta, hubo otra: Rafael Fernández, recién llegado del exilio, comía con Gabino Díaz Merchán, arzobispo de la diócesis de Oviedo. A Rafael lo acompañaban Pepín el de Latores y Juan Benito Argüelles. Al prelado varias personas más. Algunas religiosas, otras laicas. Hubo fotografía del histórico momento.

El tan denostado, por algunos, Régimen del 78 supo concitar complicidades para vencer viejos recelos. Izquierdas y derechas se juramentaron para construir un futuro “con todos” que superara el vetusto “todos contra todos”. Lo consiguieron, cediendo los primeros en la forma de Estado y los segundos en la organización territorial. Monarquía y autonomías reflejan el consenso alcanzado.

Ambas cuentan hoy con adversarios enconados. Lo curioso es cómo el rey que rubricó el acuerdo constituyente de 1978, contribuye, con las formas y los entornos de su estancia en Sanxenxo, a debilitar a la institución y al monarca que lo reemplazó, Y a sus intentos, con dignidad y altura institucional, para consolidarla.

Alguien debía recetarle al rey emérito la máxima de C. S. Lewis: “La integridad es hacer lo correcto, incluso cuando nadie está mirando”.

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