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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Aprendiendo español con ira

Una inútil y necia colección de anglicismos sobre las relaciones amorosas

Como quiero hablar bien español, me he puesto a estudiar inglés. A puro huevo, en condiciones, con los codos clavados, de una vez por todas. De esta pillo ya yo, yo ya, el neocastellano que triunfa y arrasa y domina en las redes sociales, sobre todo en Tinder y otras parejas webs de ligar. Me ayudó mucho en el salto a mi inmersión anglo un reportaje que firma Isabel Valdés en “El País” el último domingo abrileño. Se trata de un glosario (traduzco: catálogo de palabras de una misma disciplina, de un mismo campo de estudio, de una misma obra, etc., definidas o comentadas) de un glosario, digo, de neologismos que designan comportamientos hirientes en las relaciones de amor, amistad y otras semejantes emociones, si bien “algunos rayan la violencia psicológica” y otros “pueden suponer delito”, tal y como advierte la periodista, quien ha consultado para escribir su par de páginas a sociólogas, psicólogas… y lingüistas, ninguna, ole y ole, pa qué. La lista de palabras viene toda ella en inglés, pero aquí estoy yo para echarles a ustedes unas manos traductoras. No necesitaba ningún palabro de esos nuestro idioma; pero el papanatismo no conoce límites. Veámoslas.

Que una persona cuente con finalizar una relación e invierta meses en planificarlo no se llama fechoría ni cabronada: se llama “banksying”. Si a la vez mantiene en el ínterin (traduzco: “si mientras tanto…”) a otra a la espera, yendo, viniendo, que si sí, pero no, que si claro, aunque no sé… eso no es tener jeta, no es jugar a dos barajas, no es estar al caldo y a las tajadas: es “benching”. Pasar de uno a tope dándole solo mendruguitos de atención, no es descortesía ni desaire: es “breadcrumbing”. Se llama “catch and release” a eso tan clásico de pugnar por acostarse con alguien y, una vez logrado, si te he visto no me acuerdo. La mentira hipócrita de siempre creando una personalidad falsa para ocultar la propia mindundez debe decirse “catfishing”. Mucho parece triunfar en esos submundos el “cuffing season”, oséase, el pasar los meses fríos con alguien y luego darle puerta cuando hace la calor. ¿Se acuerdan ustedes de buscarse un pagafantas, el hombro donde llorar? Ese egoísmo puro se conoce como “firedooring”. ¿Se acuerdan de lo que se llamó despedirse a la francesa? Llámenle hoy “ghosting”. Pero si se sigue vigilando en las redes al despedido, es “haunting”. ¿Se acuerdan de en qué consistía volver con el rabo entre las piernas? “Hoovering” hay que llamarlo ahora. Ponerse como motos y cortar de inmediato es “love bombing”. Poner a parir al otro para llamar su atención es “negging”. No es pésima educación andar consultando y escribiendo en el móvil con el otro enfrente: es “phubbing”, que hay que ser posmoderno de la posmodernidad. Y se sufre “pocketing” cuando la otra parte te oculta, te esconde: solo para mí, nena, tú yo solos, nene. Andan circulando por ahí cabrones y cabronas con pintas, que se comportan fatal, como asquerosas cucarachas (pleonasmo): si te toca uno o una, te está tocando un “roaching”. Y el pasaba por aquí y me pregunté qué habrías estado haciendo desde hace cuatro años en que te me largué sin decir ni mu es “submarining”. Aunque si se cortó en su momento mediante la aplicación Zoom y no cara a cara, hay que denominarlo “zumping”.

Finalizo aquí esta inútil y necia colección de anglicismos que no designan más que las putadas de toda la vida en cuanto a relaciones amorosas se refiere. Ahora, es el turno de las grandes farmacéuticas: ya tienen el nombre en inglés de esas sinvergonzonerías. Ahora, solo les falta inventar con sus excedentes de fábrica una medicación para cada caso. Ya las oigo anunciarse con actores y actrices batablanqueros: “¿Has sufrido ‘banksying’? Olvídalo. Con el nuevo ‘Ketedén’, mejorarás al instante”. Y a forrarse. Cuánto trabaja la gente con tal de no trabajar, que bárbaro.

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