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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Quirón, la publilatría y el hablar por hablar

La construcción de un nuevo centro sanitario en la región

En Xixón va a instalarse una nueva empresa. Quienes ponen el dinero en ella suponen que existe demanda para su oferta y que, en un plazo razonable, esa demanda amortizará la inversión, cubrirá los gastos de explotación y producirá beneficios. De no ser así, cerrará. Naturalmente, la empresa ha de ajustarse a las normas urbanísticas y los reglamentos que rigen su actividad. Y no hay más, o no debería haberlo. No importa si su inversión es grande o pequeña, si crea mucho empleo o cuál va a ser la afectación de su actividad sobre otros competidores, si los hubiere.

Ahora bien, la empresa que se viene a instalar es una empresa sanitaria, Quirón (nombre que, como saben, procede del centauro de la mitología griega Quirón, “práctico con las manos”, “cirujano”), y es ahí donde se desata la tormenta de opiniones, necedades y ridículos disparates de muchos partidos políticos y de cierta opinión pública, en parte por sentirse obligados a hablar sobre cualquier cosa, pero, especialmente, algunos, aguijados por su idolatría de lo público, puesto que entienden que ahí, en lo público, reside todo el bien, y en lo privado, si no el mal absoluto, la ausencia de virtud, al menos. Y como la sanidad es, hasta ahora, mayoritariamente pública, ven en la llegada de Quirón un rival para ella o un detrimento, al menos, de la misma; una grave amenaza, en cualquier caso.

Es todo bastante risible, pero, en fin, quizás convenga repetir ideas elementales, arriba expuestas. Quirón viene a prestar un servicio a quienes puedan y quieran demandar sus prestaciones, es decir, a quienes den dinero por acceder a sus servicios y ser tratados en ellos. Eso, ¿a quién perjudica? En todo caso a los demás hospitales privados ya existentes en Xixón y a los del resto de Asturies, como señala con bastante humor Jesús Kocina, el propietario del hospital Covadonga, quien, por cierto, está gastando bastante dinero en la mejora del centro.

¿Y sus efectos sobre la sanidad pública? En todo caso, positivos. Los que decidan emplear su dinero en usar sus servicios, por la razón que sea, entre otras, por escapar de las demoras del sistema público, aliviarán la presión sobre este.

Ahora bien, todo eso les da igual a los idólatras de lo público, a quienes repiten su discurso venga o no venga a cuento: “La potenciación de la sanidad privada empobrece la sanidad pública en nuestra región y dificulta el acceso a nuestro derecho a la salud”. “La llegada de este hospital significaría el deterioro cada vez mayor de la sanidad pública en el corto y medio plazo”. Glosolalia.

Y naturalmente, una asociación de vecinos ya se ha manifestado opuesta, por todo tipo de razones, y exige dar su visto bueno a la operación. Como si una parte de la población (seguramente de escasa representación) pudiera dictaminar sobre los negocios particulares, el urbanismo y el interés general. No es una situación insólita, es la demagogia a que muchos ayuntamientos han acostumbrado a los vecinos de hacer como si contasen con cada facción de la ciudadanía para decidir. Seguramente porque los concejales y el alcalde no han sido elegidos a tal fin, ni cobran por ello ni cuentan con funcionarios y asesores (también pagados con dinero de los impuestos) a porrillo.

Pero, en fin, les reservo la mejor de las perlas para el final. Quirón pensaba instalarse en unos terrenos de su propiedad cercanos al hospital de Cabueñes. El Ayuntamiento los permutó por otros en Nuevu Xixón. Y tanto la alcaldesa de la ciudad como una de sus concejalas alaban la decisión, porque así, alejado Quirón de Cabueñes, “evita que compita con la sanidad pública en el mismo espacio”.

¡Como si fuesen chigres y al llegar a la zona el paciente decidiese entrar en uno u otro establecimiento según el menú del día!

A veces, créanme, es difícil practicar la caridad del silencio.

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