¿Es Asturias relevante para el Gobierno central? Demográfica y económicamente parece que no por su tamaño menguante. Y en lo político y social empieza también, peligrosamente, a dejar de serlo. Una región decisiva en la historia en las esferas del poder nacional ha perdido influencia. Los diputados que interesan para desequilibrar la balanza salen de otras partes. La anestesia o liquidación de sectores básicos resta capacidad para hacerse oír. Que una propuesta para descentralizar la Administración ignore el traslado de organismos al Principado constituye una anécdota. No puede decirse lo mismo de otro olvido: de cada diez euros comprometidos por el Estado para los asturianos, seis no han llegado aquí. Sin tomar conciencia de lo que está ocurriendo acabaremos ahogados en nuestra propia insignificancia.

El resultado del primer Presupuesto elaborado íntegramente por el equipo de Pedro Sánchez, el de 2021, hay que valorarlo como muy decepcionante para Asturias. Aunque los socialistas acaban de cumplir cuatro años al mando, las primeras cuentas las heredaron de los populares, tras la moción de censura, y las de los dos ejercicios siguientes tuvieron que prorrogarlas. Nadie se había enterado hasta la fecha, ni el Gobierno del Principado ni la oposición, de la diferencia escandalosa entre lo prometido entonces, 365 millones, y lo ejecutado, 148 millones. Y esto no lo desvela cualquiera: son los interventores del Estado quienes lo certifican, el cuerpo de funcionarios encargado de contabilizar el gasto factura a factura.  

La mayor parte del incumplimiento proviene de la inversión ferroviaria, a pesar de que los asturianos llevan meses escuchando que los túneles bajo la cordillera y las cercanías son las niñas bonitas en las que se están volcando los esfuerzos. Basta con leer este periódico, escuchar las reiteradas quejas de los usuarios y seguir sus constantes manifestaciones de protesta, la última la semana pasada, para percibir que algo no funciona con el tren. Nadie, pues, está haciendo en la Administración autonómica su trabajo de presionar para que no se desatienda a esta tierra y nadie tampoco vigila desde fuera para sacarle los colores a quien marca el paso cuando los hechos convierten sus palabras en propaganda. 

En este despropósito Asturias va de la mano de Cataluña. Solo los catalanes salen peor parados en el balance. Con una pequeña diferencia: A Cataluña, desde La Moncloa, le habían asignado inversiones por 2.000 millones. Luego las de verdad sumaron una tercera parte, aun así, el doble que en el caso asturiano. “O son unos mentirosos o unos inútiles”, aseveró uno de los vicepresidentes de la Generalitat, de Esquerra Republicana, el partido en el que los socialistas se apoyan para sostener su mayoría.

O el Gobierno central promete lo que no tiene, una frívola osadía, o toma por ingenuos a los asturianos, una soberana estupidez

Por decirlo con menor vehemencia: o el Gobierno promete lo que no tiene, una frívola osadía, o toma por ingenuos a los asturianos, una soberana estupidez. Mientras la titular de Transportes, principal responsable del desvío, rendía cuentas del desaguisado en un encuentro en Barcelona con el presidente catalán, el del Principado llamaba por teléfono al ministro de la Presidencia requiriendo información. Cada cual que extraiga sus conclusiones.

Como en aquellos humorísticos carteles que advertían en los bares a los clientes morosos de que no se fiaba, «ayer no invertimos en Asturias, mañana sí», viene a decir el Ministerio, ensalzando “las grandes perspectivas” por venir. La Variante no lo resuelve todo para Asturias, si eso se pretende sugerir. Una obra costosísima, sí, como muchas en España, que se ideó hace 42 años, debió inaugurarse hace 22 y, ya concluida, recordado sea sin acritud, no podrá estrenarse hasta cerca de las próximas elecciones, en mayo, por culpa de unas pruebas interminables.

La pandemia y la guerra tampoco pueden esgrimirse como excusa. Sin duda trastocaron la legislatura, pero agudizando muchos males estructurales no resueltos que venían de lejos y poniendo en liza un manguerazo de recursos jamás visto para taponar las heridas y reconstruir los daños colaterales. Vistas las dificultades y oscuridades de los fondos europeos, cabe dudar si están siendo utilizados de la manera más productiva posible para generar actividad o engordan nuevas partidas ociosas de gastos permanentes.

Asturias necesita, no cansaremos de repetirlo, una estrategia para crear riqueza que sitúe a los empresarios y a los ciudadanos en el centro para tejer complicidades, multiplicar los empleos e impulsar el bienestar general, aliviando a unos y a otros de cargas y papeleos. Seguir yéndose por las ramas, por mundos auténticos o virtuales, sin asumir el reto, convertir la política en un impostado teatrillo, mentir a la cara a los electores, dedicarse a la perorata y los duelos de baja estofa demonizando al rival no contribuirán a conseguirlo.  Alguien tiene que hacerse cargo de una vez de la complicada realidad asturiana y empezar a gestionarla en serio.