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Paula Fernández González

Asturianas con ciencia

Paula Fernández González

Matemáticas por el medio ambiente

Herramientas para el diseño de políticas de desarrollo sostenible

Paula Fernández González es profesora de Estadística y Econometría en la Universidad de Oviedo, donde se licenció con Premio Extraordinario Fin de Carrera y se doctoró cum laude. Realizó un máster en el College of Europe (Brujas, Bélgica), con el que se inició en el estudio de la energía y del cambio climático. Trabajó para la Comisión Europea en el Joint Research Centre (JCR, Italia) y es autora de numerosos artículos en revistas científicas de prestigio, editora de dos revistas internacionales e investigadora en proyectos concedidos por varios ministerios.

Mi carrera científica nace como becaria de colaboración en la Universidad de Oviedo asociada a un proyecto financiado por la Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología (FICYT), y, posteriormente, como becaria de investigación asociada al proyecto Hispalink-Asturias, coordinado por el catedrático de Economía Aplicada Rigoberto Pérez Suárez. Durante esos años, comienzo a trabajar en el análisis de series temporales, modelización y predicción y en algunas técnicas de descomposición como el shift-share dinámico.

Es durante mi estancia en el College of Europe, bajo la dirección de Rolf-Ulrich Sprenger, profesor de la Humboldt-Universität (Berlín) y director del Environmental, Regional and Transport Economics Department en el IFO Institute for Economic Research en Munich, cuando descubro la que se convertirá en una de mis grandes pasiones y en la línea de investigación principal de mi carrera: técnicas de descomposición basadas en números índices aplicadas al campo de la energía y del medio ambiente.

La invasión de Ucrania acrecienta la necesidad europea de reducir la dependencia de los combustibles fósiles

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A mi regreso a España, ya como profesora de Estadística y Econometría en la Universidad de Oviedo y bajo la tutela, primero, del Dr. Rigoberto Pérez Suárez y, posteriormente, de los Drs. Manuel Landajo y Mª José Presno, desarrollamos y presentamos diversos métodos de descomposición basados en índices de Divisia de tipo media logarítmica. Estos índices conservan toda la información y verifican propiedades interesantes tales como proporcionalidad, homogeneidad e invarianza y, bajo ciertas condiciones, el agregado es linealmente homogéneo e independiente de la trayectoria. Constituyen una herramienta muy interesante para descomponer el cambio que experimenta una variable agregada en un conjunto de factores predeterminados, permitiendo así evaluar la contribución de tales factores. Tienen múltiples aplicaciones, y una de ellas es la descomposición de agregados energéticos y medioambientales. Los resultados del análisis de descomposición basado en números índices resultan de gran utilidad en el diseño y planificación de políticas de desarrollo sostenible.

La grave amenaza del cambio climático, la escasez de fuentes de energía no renovables, la vulnerabilidad, la dependencia y la competitividad de las economías, la seguridad de la oferta, así como otros problemas ambientales y de salud exigen cambios en el proceso productivo y una apuesta firme por las energías renovables, por la innovación tecnológica y por una economía circular. El Acuerdo de París (2015), el Pacto Verde Europeo (2019) y el Pacto Europeo por el Clima (2020) muestran el interés de Europa por estos asuntos y presentan medidas para facilitar una transición ecológica hacia una economía climáticamente neutra en 2050, sin merma del crecimiento económico, ni incremento en las desigualdades económica y social. La actual situación geopolítica, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, ratifica y acrecienta la necesidad europea de reducir la vulnerabilidad y la dependencia de los combustibles fósiles.

La elaboración de estos planes de acción medioambiental requiere de un análisis exhaustivo, tanto a priori como a posteriori, de la información, y los métodos de descomposición contribuyen a estudiar la repercusión de los cambios tecnológicos, del mix de energía, del crecimiento económico o de los cambios estructurales de la economía sobre la evolución de eficiencia energética, del consumo de energía, de la vulnerabilidad o de las emisiones de gases de efecto invernadero.

La investigación es un pilar fundamental que contribuye a mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas, genera conocimiento y estimula la creatividad y el pensamiento crítico. Invertir en conocimiento es invertir en prosperidad. Sin embargo y lamentablemente, el gasto en investigación y desarrollo (I+D) de nuestro país es bajo e inferior, nominal y porcentualmente, al de los países de nuestro entorno. Eso supone una financiación muy insuficiente, con lo que numerosos proyectos viables son rechazados, y parte de los investigadores que ven mermadas sus posibilidades deciden probar suerte en el extranjero, con la consiguiente fuga de talentos.

Si a la falta de ayuda a la investigación se añade el género, la situación es aún peor. Ser mujer dificulta el desarrollo de la profesión

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Si a la falta de promoción de la investigación se añade el componente de género, la situación se recrudece. Ser mujer y, sobre todo, ser madre, dificulta en gran medida el desarrollo de la profesión. Aunque cada vez menos, aún existen ciertas labores, tanto en el cuidado de la casa como de los niños o de nuestros mayores, cuyo peso recae sobre la mujer. Es la carga mental de las llamadas tareas invisibles, muchas de ellas, de índole organizativa. Dificultan la concentración exclusiva en la carrera investigadora y resultan un lastre para el éxito profesional de la mujer.

En la Universidad, el tantas veces nombrado techo de cristal no resulta tan evidente como en otras profesiones. Lo que sí es cierto es que un horario laboral flexible y la posibilidad de desempeñar algunas actividades profesionales sin presencia física son un arma de doble filo: facilita la conciliación familiar, pero también “obliga” a ser el progenitor de referencia ante cualquier eventualidad. Con todo, he de decir que me siento muy afortunada: me gusta mi profesión tanto en su parte docente como en la investigadora, puedo vivir de ella y me permite disfrutar de mi familia.

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