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Luis M Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

Reconciliación y convivencia

Asistimos a unos funerales de Estado mediáticos por Gabino Díaz Merchán, que era un hombre bueno al que se le atribuye la reconciliación y el consenso. Sin quitarle mérito al pastor, hay que explicar que el rebaño estaba entonces mucho menos descarriado. No era que la figura meritoria del prelado sobresaliese en cuanto al resto de los líderes sociales que se esforzaban por lograr el objetivo de la convivencia. Digamos que Díaz Merchán, desde su púlpito, era el producto de un tiempo generoso de solidaridad que recorría el espinazo de España: el que marcó la Transición y produjo el período más fructífero de la historia nacional en cuanto a progreso y comportamiento de los españoles. Eso, por las circunstancias que fuesen, es algo que nadie podrá negar.

Entonces estábamos más dispuestos a entendernos debido a que casi todos éramos conscientes de que salíamos del negro túnel de una dictadura y para lograrlo había necesariamente que aunar voluntades. Gracias a esas voluntades juntas fue posible transitar con éxito unos cuantos años hasta desembocar en la disputa guerra civilista de siempre. Por eso resulta hasta sarcástico oír hablar de concordia a los políticos actuales al referirse al que fue arzobispo de Oviedo, y que no sean capaces de aplicarse el cuento cuando la situación lo requiere. Por contra practican la confrontación inspirada en el pasado siempre que tienen oportunidad de hacerlo o su partido, por razones de estrategia, lo exige.

Adrián Barbón, por ejemplo, podría explicarle a Pedro Sánchez el valor simbólico del sacrificio en favor de la convivencia que tanto elogia de Díaz Merchán y Rafael Fernández, a ver si encaja en sus esquemas propagandísticos cuando desde la Moncloa el plan contra la derecha consiste en desenterrar los viejos fantasmas de la guerra civil. La derecha, a su vez, tendría que plantarse ante la provocación de la izquierda y no exigir desde el pasado las respuestas que solo el presente reclama. Puede parecer sencillo y, sin embargo, no acabamos de entenderlo.

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