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La siniestra orquesta sigue tocando

A veces una tragedia histórica se repite mucho después como farsa, como sentenciaba Marx en frase memorable, pero otras una tragedia funciona como profecía de otra mucho mayor todavía. Del hundimiento del Titanic queda, entre otras escenas para el recuerdo, la de la orquesta que seguía tocando en el gran salón de baile mientras el barco, herido de muerte por el iceberg, había comenzado ya a inclinarse. Una guerra no es un baile de gala, sino un macabro baile de muerte, pero haber montado esta, sin que tampoco nadie se atreva a dar un paso para detenerla, mientras el cambio climático sigue avanzando a paso lento pero implacable, amenazando hacer naufragar la vida humana sobre la tierra (y ahora sin Arca de Noé que valga), da buena cuenta de la soberana estupidez de nuestra especie, de su incapacidad para establecer prioridades, de su facilidad para no ver lo que no quiere.

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