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Matías Vallés

La democracia armada

La cumbre de la OTAN

Hay un solo país en el mundo que imanta a todos los demás por la calidad de sus universidades, de sus hospitales, por la concentración de premios Nobel, incluso por su potencia militar que apunta a la paz. Demasiadas pistas, se trata en efecto de Estados Unidos, la cumbre de la civilización salvo que "el faro en la colina" que iluminaba al mundo en una versión laica del Sermón de la Montaña se ha enfrascado en una guerra civil. Washington se desentiende de las demás naciones. No por aislacionismo, sino porque los Republicanos solo querrían invadir a los Demócratas y viceversa. Se odian más entre sí de lo que jamás detestaron a otra geografía.

Por si no había quedado claro, el Tribunal Supremo estadounidense ha decretado que los ciudadanos tienen el derecho y casi el deber de portar pistolas y rifles en todo momento. La cuna de la democracia armada sorprende a los países europeos, reacios a la leva aunque solo fuera porque el AK-47 es un estorbo para consultar el móvil. El ciberpunk William Gibson definió a Singapur como "una Disneylandia con pena de muerte", olvidando que su país natal es otra Disneylandia donde las pistolas disparan munición real, y donde la regularidad de las matanzas de civiles eclipsa a la pena capital.

El lenguaje de la confrontación es inescapable para definir la cumbre de la OTAN, cuando la cuna de la población armada al más puro estilo miliciano se reúne con los países europeos de la democracia con mantequilla. De repente, el dos por ciento de aportación que Trump reclamó infructuosamente a los países cobijados le parece insuficiente a sus socios. Pedro Sánchez ha pasado del OTAN ni sí ni no de su partido al mil veces sí, por lo que dedicará a los juguetes bélicos una cantidad adicional que habrá que restar de la pandemia, de los ERTE, del cambio climático y demás catástrofes asociadas. Por qué habría que conformarse con una guerra fría, cuando puedes tomarla caliente. Los evangélicos señalarán aquí que también triunfan países alternativos, como Alemania, Japón, Corea o Nueva Zelanda. En efecto, todos ellos tienen tropas estadounidenses acantonadas en su territorio.

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