La victoria aplastante del PP en Andalucía va más allá del incendio del granero de votos socialista en una región extensa desde donde el PSOE solía emprender sus pasos en el camino de la toma de Moncloa y ahora se antoja parada y fonda de una larga travesía del desierto. Lo que la primacía popular en el sur deja entrever es un nuevo modelo en la costura del traje de los candidatos conservadores, que serán elegidos sin duda con el patrón del modo de hacer política de Feijóo y de su Moreno Bonilla, alumno aventajado. O sea, políticos tranquilos, alejados de la bronca y de la crispación.
¿Cuándo y cómo llegarán a Asturias los ecos de ese nuevo curso de corte y confección a la hora de vestir a los candidatos del PP en otro feudo tradicional de los socialistas, donde el vuelco electoral resulta a día de hoy impensable? ¿Habrá cambios en los carteles electorales de dentro de once meses? A día de hoy, el único que parece tener garantizada su candidatura es el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, que ni siquiera es militante popular, pero que firmaría el carné sin ningún reparo en cuanto desde Génova se lo pidieran. Con Canteli, Feijóo juega a ganador y mantener la capital del Principado es para el partido asunto irrenunciable.
El futuro de Teresa Mallada pende de la decisión de Madrid pero no abundan en su partido los mirlos blancos dispuestos a quemarse en la pira de un fracaso electoral. Habrá que aguardar al congreso regional para ver hacia donde van los tiros y a quién hieren los disparos.
El problema es Gijón, donde Génova ve abierta una rendija a la esperanza, en la creencia de que la alcaldesa socialista va dejando flancos abiertos, con quiebras notables incluso en sus propias filas. Suenan campanas de reunificación del centro-derecha gijonés para dar la batalla a Ana González. Y Carmen Moriyón se deja querer. Demasiado terrible fiar el futuro a lo que ya es pasado.
