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Susana Solís

Futuro Europa

Susana Solís

Dejarlo todo para septiembre

Asturias sigue perdiendo el tiempo y las oportunidades

La sensación de llegar repetidamente tarde a las obligaciones es angustiosa y agobiante como pocas. En política, igual que ocurría en el instituto, muchas legislaturas siguen un patrón que comienza con el aplazamiento constante y termina con las prisas propias de quien lo ha dejado todo para septiembre. Y en Asturias vivimos en el día de la marmota: parece que no avanzamos nunca. Las tareas pendientes se acumulan sobre el escritorio año tras año, gobierno tras gobierno.

Es desalentador comprobar cómo poco a poco se difuminan nuestras señas de identidad y nuestras fortalezas y se van perdiendo las oportunidades. Pero más frustrante aún es ver como la inacción y los compromisos incumplidos siguen alimentando un suspenso por méritos propios que cada día se hace más palpable. Y Asturias, me temo, no está en posición de seguir perdiendo el tiempo en exámenes extraordinarios.

No vamos a negar que la primera mitad del mandato del presidente Adrián Barbón coincidió con la pandemia, lo que obligó a redirigir todos los esfuerzos políticos y presupuestarios a la única prioridad: salvar vidas, una tarea especialmente delicada en nuestra región, teniendo en cuenta la edad media de la población.

Dicho esto, ya ha transcurrido suficiente tiempo como para valorar la legislatura. Empezar a vislumbrar qué va a salir en claro de estos cuatro años es un deber para los que observamos la política asturiana desde fuera del gobierno y desde luego para el propio Ejecutivo. Y aquí hay varios frentes que, hoy por hoy, están igual o peor que al comienzo de la legislatura. Pienso sobre todo en las políticas industriales, en las infraestructuras y en el reto demográfico.

La gira ministerial de Barbón en Madrid dio la imagen del alumno rezagado que va a rascar décimas en la revisión de exámenes. Recuerdo cuando, poco después de su toma de posesión, el presidente presumía de sintonía con Pedro Sánchez. Afirmaba que dos gobiernos socialistas alineados traerían buenas noticias a Asturias en forma de proyectos y planes de reindustrialización que dejarían los fondos mineros como una mala pesadilla del pasado. Recuerdo también la visita en 2018 del entonces ministro de Fomento, José Luis Ábalos, apenas unos meses antes de que Barbón ganase las autonómicas. En aquella ocasión se prometieron "seriedad y hechos" para recuperar la denominada Agenda Asturiana en materia de infraestructuras.

Cuatro años han pasado de esta visita, casi veinte desde que la Variante de Pajares comenzase su periplo de obras, retrasos y promesas electorales. Y ahí seguimos. El anuncio conjunto nacional y autonómico de la alta velocidad ferroviaria es a todas luces una desfachatez: se prevé que llegue al fin al Principado en mayo de 2023, coincidiendo con la campaña electoral de las elecciones autonómicas. Cortar la cinta, sacar la foto y reivindicar como suya una obra que ha costado miles de millones a españoles y europeos.

En materia industrial, la palabra es impotencia. Alcoa, Vesuvius, Saint Gobain… Las administraciones actuaron de mediadoras para buscar un plan de reindustrialización eficaz, y fracasaron, lo mismo que fracasaron a la hora de elaborar un plan realmente efectivo para la industria electrointensiva. Como colofón, el consejero de Industria, Enrique Fernández, fue reprobado por su inacción en el caso Alcoa. Una triste metáfora del papel de los distintos gobiernos a la hora de defender el tejido industrial asturiano.

Ante el reto demográfico, me temo que la parálisis generalizada a la que asistimos no nos deja muchas lecturas posibles. Asturias va a bajar del umbral del millón de habitantes este año y seguimos teniendo el dudoso honor de ser una de las regiones europeas con peores tasas de crecimiento.

La ley autonómica de Reto Demográfico, que debería ser piedra angular para coordinar políticas y medidas, sigue enquistada. De esta forma, la sangría poblacional se mantiene abierta y ni las rebajas fiscales a las familias que se asienten en territorio rural ni ninguna otra medida pueden articularse de manera coordinada.

La pérdida de población no es una "maldición bíblica", tal y como aseguró el presidente autonómico hace un par de meses. Tampoco hay soluciones mágicas que reviertan la crisis en uno o dos años. Pero la música de buenas noticias que se ha traído Barbón de Madrid desafina, por desgracia, en los oídos de muchos asturianos. La losa de las promesas incumplidas de distintos ministros que han llegado y se han ido, que todavía ostentan su cartera o que hace tiempo que la han perdido, es ya demasiado pesada.

Es siempre complicado pasar de las palabras a los hechos. Pero intentarlo, por responsabilidad hacia los ciudadanos, es el compromiso mínimo que deben tener los gobiernos.

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