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Matías Vallés

Sin fronteras no hay paraíso

Inmigrantes ilegales y refugiados

La frontera es la esencia de la propiedad privada, no se puede mantener la segunda sin la primera. La gentrificación a cargo de extranjeros ricos exentos de trámites aduaneros, y jaleados por consenso a diestra y siniestra, supone la salvaje expulsión de los propietarios locales. Esta conquista violenta transcurre sin grandes manifestaciones de duelo. En cuanto a la inmigración llamada ilegal o pobre, la ingenua sustitución del capitalismo por los Evangelios implica por ejemplo una inflación superior a la vigente, según se ha aprendido con dolor a raíz de la guerra de Ucrania. El militarizado Sánchez verde OTAN defiende al Estado paradisiaco cuando se niega a cargar contra los matarifes marroquíes, que España contrata desde tiempo inmemorial para ensangrentar sus conflictos civiles.

Resulta curioso abrir los brazos a la inmigración indiscriminada mientras los nativos son tratados peor que borregos en un aeropuerto, con el pretexto de una seguridad imaginaria. Provoca cierta perplejidad el cuanto más, mejor en un país que ha disparado la venta de alarmas para que el domicilio propio sea inexpugnable. O que se irrita con los okupas surgidos del interior, contra la imagen tan difundida como falsa de que se dirime una cuestión racista. Pablo Iglesias ha vuelto a la política como campeón de la indignación contra la matanza en la valla de Melilla. Sin embargo, invierte buena parte de sus memorias "Verdades a la cara" o a la carta en defender la protección policial de su domicilio, que siempre le parece insuficiente. En sus propias palabras, el aislamiento fue una de las claves en la elección de su chalé, solo falta decidir qué hacer con los españoles a quienes se obliga al apiñamiento.

La dictadura socialdemócrata danesa no solo ha comunicado a los acogidos sirios que ya pueden volver a su país, sino que encima pretende cobrarles la asistencia. Los autores de los atentados del Bataclán, recién condenados, llegaron íntegramente a Francia y Bélgica a través de las rutas de refugiados. Se puede aplaudir la vía de ingreso sin fronteras, y luego explicárselo a los dos centenares de víctimas mortales o gravemente heridas.

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