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José Luis Salinas

Lo malo de banalizar lo peor

El cine y las series están ayudando a quitarle importancia a trastornos graves

Esmé Weijun Wang es una novelista americana, aunque de origen taiwanés, que un buen día comenzó a ver dragones y demonios que intentaban atacarla. Se tiraba al suelo para huir de unos seres imaginarios que solamente ella podía ver. La escritora padece una esquizofrenia que, tras años de castigo mental, comienza a dejar de atormentarla. Al menos, solo lo hace ya en pequeñas dosis, porque es muy complicado escapar de esos demonios que, de repente, aparecen detrás de una esquina y amenazan con matarte. Y no. No es un videojuego. Para los esquizofrénicos es la vida. La real. Para una mente "sana" –y las comillas en este caso no están puesta al azar– es muy complicado conocer cómo funciona el cerebro de alguien que tiene este tipo de problemas. Cuanto más graves más exóticos. Por esa razón, eso que llaman cultura popular, se ha encargado de edulcorar esas dolencias, esos trastornos. Lo ha hecho mediante una herramienta potentísima como es el cine y las series de televisión que es capaz de llegar a millones de personas, que se acaban creando una imagen distorsionada de lo que en realidad son problemas de primer orden.

Hay muchas dudas, muchísimas, sobre el origen de enfermedades tan graves como la esquizofrenia. Wang recoge su experiencia en un libro autobiográfico titulado "Todas las esquizofrenias" en el que explica cómo ha ido lidiando con su cabeza. La guerra iba por bandos. Unas veces ganaba ella, otras su mente. Hay una loca teoría –y en este caso el termino loca no está elegido al azar– que dice que la esquizofrenia tiene ciertas ventajas evolutivas. Es decir, que va saltando de generación en generación porque, sostienen los defensores de esta idiotez, porque promueve la creatividad. Lo que realmente se sabe es que se desconoce por completo la razón por la que esta enfermedad mental ha ido perviviendo. El investigador Steve Dorus, genetista de la Universidad de Siracusa (en Estados Unidos), sostiene que el desarrollo evolutivo del habla, el lenguaje y la propia creatividad ha arrastrado consigo tendencias genéticas menos deseables. Sostiene Wang en su libro que "desde ese punto de vista, la esquizofrenia, es el precio que paga la humanidad por la habilidad para escribir óperas conmovedoras y discursos estremecedores".

Miremos ahora hacia la gran industria cultural y a la nociva forma que tiene de banalizar estas enfermedades. Un ejemplo. Russel Crowe interpreta a un psicótico en "Una mente maravillosa". Una película que refleja lo incapaz que es Hollywood de reflejar este tipo de trastornos. Aunque sea una incapacidad buscada.

Antes de poner un par de ejemplos más, un pequeño paréntesis. Wang explica en su libro como el mero hecho de que le dieran un diagnóstico fue todo un calvario. Los psicólogos y psiquiatras se basan en el conocido DSM para realizar este tipo de atribuciones. Es, aparte de un libro muy gordo que hay que memorizar en la carrera de psicología, una especie de biblia de las enfermedades mentales con requisitos estrictos que cumples o no. No puedes quedarte a medio camino. En ocasiones es demasiado restrictivo, cuanto más severo es el trastorno, pero en otros casos es mucho más laxo. Justo, al contrario, cuanto más liviano es. Este manual tiene también el triste honor de haber considerado a la homosexualidad como una enfermedad mental. Un error monumental que fue subsanado en las versiones más recientes.

Volviendo al tema. Otro ejemplo de banalización es lo que hizo la serie "The big bang theory" con el síndrome de Asperger, una variante del autismo y de niños obsesivos. Tal fue la popularidad de esta serie que ha ayudado a que este trastorno se haya generalizado tanto que se sobrediagnóstico con una enorme facilidad. Ya hay más “Aspergers” que niños con un desarrollo típico. Es una exageración, por supuesto, no se lo tomen al pie de la letra.

Pero la gran pantalla y la chica tiene monumentales fallos –la gran mayoría– y algún que otro acierto a la hora de retratar los trastornos mentales. En la lista de éxitos figura la serie "In my skin" –se puede ver en la plataforma española Filmin– y en la que se muestra con mucho atino lo que es un trastorno del tipo bipolar. Que, contra la creencia generalizada, no consiste en cambiar de humor cada cinco minutos. Se necesitan periodos largos de fases maniacas en los que la persona afectada puede gastarse todo su dinero en cuestión de segundos y otras, también largas de depresión. Un buen ejemplo de cómo no banalizar lo peor.

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