La opinión pública asturiana ha conocido esta semana la cara y la cruz de los rescates de montaña. El martes fueron halladas en una cabaña de Pandemules, en una zona agreste del concejo de Caso, dos mujeres que habían salido de ruta el domingo por la mañana y que se habían extraviado durante el recorrido. Tras 48 horas de angustia, las dos montañeras, sexagenarias, fueron encontradas sanas y salvas por los servicios de emergencia. Habían pasado dos noches en el monte, bebiendo agua del río y alimentándose de moras y avellanas.

Aquel mismo domingo desapareció mientras supuestamente realizaba la ascensión a Bulnes desde Poncebos por la Canal del Texu, una de las sendas más transitadas por su no excesiva dificultad, un montañero gijonés que nunca llegó al destino en el que debía encontrarse con sus compañeros del grupo de Jove. Después de cinco días de infructuosa búsqueda, efectivos de la Guardia Civil hallaron el viernes el cadáver, despeñado.

Mientras distintos operativos trabajaban en ambos rescates, hubo que atender el miércoles otras tres urgencias: un lesionado en la Ruta del Cares, una familia extraviada en Ribadesella mientras realizaba la senda de los Molinos de Cueva y un joven de 17 años que se había precipitado por un barranco en la zona de la cascada de Cioyo, en Castropol.

Existen en la montaña riesgos derivados de la naturaleza que no se pueden evitar, como los desprendimientos de piedras o los cambios atmosféricos. Se trata de fenómenos susceptibles de prevenirse si se estudia previamente la ruta que se va a realizar y se tienen en cuenta las alertas y las previsiones meteorológicas. Sí pueden sortearse, sin embargo, los riesgos achacables a quienes acuden sin la debida condición física o sin disponer de la vestimenta y el calzado adecuados. Sin experiencia previa, a la montaña hay que acudir acompañado. En caso de hacerlo en solitario, conviene dejar aviso a familiares o conocidos de la ruta elegida. Estas sencillas medidas, que conforman el abecé del montañismo y se consideran de obligado cumplimiento por los aficionados a la actividad al aire libre, que en Asturias son legión, parecen desconocidas para algunos de los foráneos no avezados que cada verano acometen excursiones improvisadas o poco meditadas. Es frecuente en estos días encontrarse turistas transitando la concurrida Ruta del Cares en chanclas o con tacones. ¿Cabe actitud más negligente?

Los rescates ocasionan año tras año quebranto económico a las arcas autonómicas. Poner en servicio un helicóptero medicalizado con los medios técnicos pertinentes supone un coste ligeramente superior a los dos mil euros a la hora, además de los recursos humanos que cada intervención obliga a desplegar, personas que en ocasiones ponen en riesgo su vida. En este punto es de justicia reconocer el valor y la profesionalidad tanto de los miembros del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA) como de los agentes del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM) de la Guardia Civil.

Quienes se lancen alegremente a las cumbres este verano deben saber que el Principado contempla por ley desde 2015 la posibilidad de cobrar una tasa por rescate y asistencia a quienes, por imprudencia o irresponsabilidad, obliguen a un despliegue de medios públicos. Sin embargo, apenas una treintena de personas han sido sancionadas desde entonces, lo que confiere a la norma un carácter más disuasorio que recaudatorio.

En el camino que recorrer para minimizar este tipo de accidentes, compete a la Administración regional la mejora de la señalización de algunas de las rutas de montaña más habituales para evitar extravíos que, en ocasiones, obligan al auxilio de excursionistas desorientados. También se cuenta entre las obligaciones autonómicas el mantenimiento en buen estado de los itinerarios más transitados, algunos de los cuales presentan un lamentable deterioro, como con frecuencia denuncian los integrantes de los grupos de montaña asturianos.

La montaña no es un juego y puede convertirse para los no iniciados en un medio hostil y desafiante. Disfrutar del paraíso natural asturiano en todo su esplendor es un lujo, pero conlleva ciertas obligaciones que no conviene eludir. El desconocimiento y la falta de precaución pueden convertir una experiencia única y enriquecedora en una trampa en ocasiones mortal.