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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

No me da ni frío ni calor

Creo que cuando dicen que lo local es universal se refieren a esto.

El domingo 17 de julio la norteña ciudad de Oviedo batió su récord de máxima temperatura con 40 grados. A mediodía, en un bar oscuro del casco viejo, una mujer mayor (que yo) se turboabanicaba. Le sonreí y comenté

–Durito hoy, ¿eh?

Dejó de boquear y dijo con acento inequívocamente andaluz:

–Vente a Asturias que está fresquito, te dicen.

Me encantó y repliqué:

–Haga como con la ayuda del Gobierno a la gasolina, hace mucho calor pero se está ahorrando 8 grados.

Pasó de mí. A veces me creo gracioso. También es verdad que a partir de la palabra "gobierno" le cambió la cara. Ahora llegan las restricciones para ahorrar energía. Vista como está la factura de la luz creo que el debate que producen es falso, que ya el pasado invierno hubo restricciones individuales de temperatura y se pasó frío en muchas casas. A ver qué pasa este invierno ahora que estimamos el exceso de muertes atribuibles al covid, al frío, al calor y al vete a saber.

Aunque no se nota casi en la factura yo intento que las eléctricas no me cobren un céntimo en despilfarro. Hace un par de semanas los hipermercados franceses acordaron apagar sus luces una hora después de echar el cierre sin que el Gobierno les pidiera nada. A la opinión pública le vendieron como un acto de solidaridad, conciencia social y acuerdo algo que alivia sus gastos y tiene sentido común.

Aquí en cuanto interviene el Gobierno, el individualismo español se pone a "voxear". A mí no me dice nadie a qué velocidad tengo que circular, ni qué puedo beber y qué no, yo me voy a comprar una corbata de playa y en cuanto llegue octubre el barrio Salamanca protestará encendiendo todas las luces de la casa a partir de las ocho y diez de la tarde, en defensa de la libertad y de un modelo de España. Se asomarán al balcón en camiseta con la calefacción a tope.

Qué sofoco dan estos debates bobos, mejor acalorarnos con ellos cuando llegue el frío.

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