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Jesús del Campo

Gracietas

Los innumerables detalles hilarantes de la política nacional

Ha querido el destino que coincidieran en el tiempo la paternal exhortación presidencial a desterrar la corbata y el uso, presidencial también, de un helicópero para ir de Mocloa a Torrejón. Desde el PNV criticaron lo primero y lo llamaron gracieta: qué enfado tan estéril. Y tan breve: las fuerzas que apoyaron a Sánchez en la moción de censura le perdonan sus deslices porque le saben irrepetible. De hecho, los sucesivos batacazos autoonómicos que se ha pegado el PSOE en los últimos tiempos no oscurecen el panorama electoral del sanchismo tanto como creen esas pérfidas terminales mediáticas de la oposición que molestan al presidente. Sánchez se ha manejado razonablemente bien en las alianzas con sus socios, no es imposible que sepa reactivar esa alianza en las elecciones generales.

Entre los innumerables detalles hilarantes que la política nacional nos ha venido deparando como si el gobierno quisiera mandar al desempleo a todos los humoristas españoles, destaca el gesto de compunción con el que Sánchez saludó no hace mucho al presidente de la Generalitat; era el gesto de quien dijera cómo comprendo que sufras por el espionaje a tu teléfono, ya sabes que yo también he sido espiado, los dos somos víctimas. Rodó en episodio vergonzoso la cabeza de la directora del CNI, que por ser impecable no encajaba en el simpático dramatis personae de nuestro escenario actual. Y Sánchez salvó el apoyo de quien le convenía. Ese amor por algunas periferias le cuesta incomprensión en otras partes de España, Madrid incluida; pero Sánchez alberga un menosprecio inconfeso por los territorios que él cree más proclives al derechismo: ya se modernizarán. Y se acostumbrarán a lo que vale una promesa de nuestro líder. Da curiosidad cómo va a afrontar el PSOE el asunto de las promesas electorales cuando toque hacerlas. Si nos dicen aquello de los socialistas tendremos nuestros defectos, pero nuestras líneas rojas están muy claras y no pactamos con cualquiera, va a haber desafectos que no se lo crean. Ese ha sido el gran misil que el sanchismo ha incrustado en la política de estos tiempos: la aceptación de que la mentira es una necesidad perdonable y de que cada día tiene su propia ley. Queda como moraleja, también difuminada con habilidad, que la política se ha convertido en una buena alternativa laboral para un montón de indocumentados que fuera de ella las pasarían canutas. Bueno, y queda también esa terquedad de youtube por rescatar lo impagable. Vamos a ver, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación? le preguntaba un (entonces) irritado Patxi López a ya saben quién. Por supuesto, contestó él. Pues eso. Gracietas.

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