El Oriente ha dado un salto espectacular en las últimas tres décadas: de aquellos veraneos ocasionales y desplazamientos esporádicos a Covadonga y los Lagos al turismo como próspera industria. Una economía que dependía mayoritariamente de la agricultura es hoy vanguardia en la región en el sector servicios. Las transformaciones progresaron a una velocidad vertiginosa, como pocas veces se vio en otras comarcas. La mejora de la comunicación con la autovía colocó el ala Este de Asturias no solo al alcance de España, sino también de Europa. Una decidida apuesta por la calidad, la variedad y la profesionalidad acabó por completar el círculo prodigioso, aunque el éxito global no esconde acusadas diferencias todavía entre los concejos del interior y los de la costa.

Todo comenzó con la popularización de las playas de postal de Llanes y el descubrimiento del "triángulo mágico del río" que conforman las villas de Arriondas, Cangas de Onís y Ribadesella, donde nació el mayor polo de empresas de turismo activo, ocio y aventura del país. Una concentración que, por abrumadora, invita a pensar en otra evolución del modelo para no morir de gloria. El germen fueron Les Piragües –el escaparate deportivo más universal de Asturias y la fiesta por antonomasia que ayer volvió a resplandecer– y aquel viaje de 1991 que permitió a unos piragüistas descubrir en Dinamarca que alquilar canoas para descender cauces era un negocio. De alguna manera, emular una prueba admirada en el mundo por su belleza, plasticidad e inmersión en la naturaleza quedaba al alcance de cualquiera. 

El gancho resultó tan espectacular que acabó por generar un universo económico alrededor, casi un monocultivo. El Oriente suma hoy a este hallazgo iniciático un abanico muy variado y exitoso de ofertas, con la ría riosellana a rebosar de motos acuáticas o la de Niembro plagada de tablas de paddle surf, con las playas sembradas de monitores y surfistas principiantes, con las inmediaciones de Poncebos atestadas de senderistas y guías adiestrando en la magia de la escalada o con familias cautivadas al ver en directo los secretos de las queserías y las ganaderías más tecnologizadas. Barranquismo, paseos en bicicleta, kayak de mar y unas cuantas propuestas originales más, unidas a la majestuosidad del Urriellu y localizaciones increíbles como el anfiteatro de Lastres, sintonizan a la perfección con los valores para el descanso y el disfrute que manifiestan los turistas de la pospandemia: belleza, cultura, tranquilidad, ecología y orgullo rural.  

Hablamos de iniciativas plenamente consolidadas, que implican a empresarios locales y permiten a los principales municipios del Este atraer vecinos o perderlos con menor intensidad que otros lugares de Asturias. Los lectores de LA NUEVA ESPAÑA las han visto reflejadas estas semanas en los abundantes testimonios en primera persona ya recopilados por la serie "Asturianos", ese gran retrato colectivo de la región que iniciamos en mayo. A falta del viaje a Piloña –que publicaremos en breve– para completar el paso por la totalidad del Oriente, el día a día que sus vecinos ha contado rompe con el paradigma de las desventajas, la falta de atractivo y la ausencia de perspectivas de futuro en los núcleos pequeños, las villas y las aldeas. 

La eclosión coincidió con la llegada de la autovía que cose la costa desde Ribadedeva a Villaviciosa, municipio que precisamente desde hoy aborda la serie. Sostienen los expertos que las infraestructuras por sí solas no propician el desarrollo. Igual que contribuyen a atraer foráneos también facilitan que los residentes salgan a lugares con alicientes mayores. No ha sido este el caso. Reunía de mano la comarca oriental ingredientes para cocinar el mejor plato posible, pero su despegue en buena medida no habría alcanzado la dimensión actual sin la Transcantábrica. 

Allí donde hay buenas infraestructuras se multiplica la posibilidad de concentrar población y allí donde hay población despierta la iniciativa privada

Allí donde existen buenas infraestructuras, por una adecuada planificación de las inversiones, se multiplica la posibilidad de concentrar población. Y allí donde hay población despierta la iniciativa privada y crecen las oportunidades de generar empleo. No existe otra fórmula, ni otro secreto en el Oriente. El riego beneficioso de la transformación que trajo el turismo acabó por empapar también otros campos. El fenómeno de las segundas residencias agita el mercado inmobiliario y garantiza visitantes todo el año. La producción agroalimentaria autóctona atraviesa a rebufo una época dorada. El día en que, además, los emprendedores cuenten con una Administración dinámica a la hora de aliviar las cargas y simplificar los trámites, la expansión romperá cualquier techo.

No todas las zonas deben convertirse en una réplica del Oriente, pero sí cabe reparar en las circunstancias que allí se conjuntaron para que les sirvan como modelo en el aprovechamiento de recursos con los que impulsarse. Los asturianos que están desfilando por "Asturianos" demuestran que las buenas ideas, con esfuerzo y compromiso, no entienden de límites ni barreras. Si cunde el ejemplo, a todos nos irá mejor.