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LNE FRANCISO GARCIA

Regreso a Valencia de la O

Cuando las matrículas automovilísticas aún llevaban las letras del distintivo provincial, la localidad leonesa que cada verano acoge, desde hace décadas, a cientos de asturianos, era reconocida a uno y otro lado de Pajares como Valencia de la O. La ingeniosa nominación venía a cuento de una evidencia incontestable: en las calles del pueblo, durante los meses de julio y agosto, había aparcados más coches con la “O” de Oviedo que con la “LE” de León.

Aquello parecía, al arranque del estío, una sucursal del Principado, donde se consumía tanta sidra como en la Cuesta del Cholo y en las piscinas retumbaba cantarín el acento asturiano, tal que en la playa de San Lorenzo. El Esla parecía un afluente del Nalón. Y en los pucheros cocía tanta faba con su compango como en las sartenes el bacalao al molinero, de receta local. Era llegar los primeros veraneantes del otro lado de la Cordillera y decir los lugareños, apostados en una mesa del bar, empinando un vaso de clarete de Prieto Picudo: “Ya vienen los asturianos a secar”. Para los de allí, todos éramos de “culo moyau”, sin distinciones cantonales.

Mucha chavalería de origen astur peló la pava en el Jardín de los Patos o en el entorno del castillo de los Acuña, de imponente torre del homenaje. Algunas familias se quedaban hasta septiembre, a ver los toros, que la localidad alberga una plaza construida en 1924, en la que un año llegó a torear Jesulín de Ubrique. No faltan incluso asturianos entre los cofrades de la hermandad local de Jesús de Nazaret.

En Valencia de Don Juan convivían gentes del Oviedo y del Sporting, de izquierdas y de derechas, mineros y funcionarios. Ninguno se quedaba sin su botella de vino y su bollu preñao el primer fin de semana de agosto, fiesta de la asturianía. Casi podría decirse que el pasado domingo, cuando los coyantinos volvieron a agasajar a los habituales visitantes veraniegos, había tantos asturianos en Valencia de Don Juan -o de la O- como en la Feria de Muestras.

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