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JC Herrero

España se quema a lo bonzo

Un "alma egregiamente disciplinada". Podemos reconocer ese epíteto con el que Ortega y Gasset hubiera calificado a quienes aterrizamos seudocientíficos en el candelero, ya agotado el primer cuarto de siglo XXI. En vida el tiempo vuela.

No sabemos por qué razón llamamos "populismos" a las masas con las que bregó el filósofo novecentista, perspectivismo con el que cada cual puede y debe contribuir a mejorar la especie, o especies, pues tan "masa" somos los humanos como los bosques de castaño, roble, encina, alcornoques y demás.

Gasset calificó en su tiempo de "hombre vacío" al que carece de un "dentro", que es fácilmente manejable cuando se integra en las masas, no en el bosque.

Lo que ahora llamamos "influencer" él lo adelantó con razonamiento baconiano. En definitiva, lo que Ortega tilda de muchedumbre está ahora más atomizada, necesitamos líderes y foros en redes sociales en las que depositar la voluntad, e imitar conductas y valores. Aún subsisten tribus lideradas por youtubers.

Expuesta la simplificación de la relación hombre-masa, lo que los novecentistas no previeron, por razones obvias, es que el planeta se nos agota, más allá de interpretaciones religiosas que siempre escrituraron apocalipsis varios.

No es del todo cierto la enajenación hombre-naturaleza puesto que una generación antes de Ortega, Palacio Valdés lo adelantó en "La aldea perdida".

Es decir, consiente en su tiempo que las masas naturalizan el acceso a los derechos en detrimento de los deberes, que existían cuando la sociedad y las élites imponían normas, otrora jerarquizada la masa, ahora se rebela indómita.

Estamos hablando de 1927, no ya el bolchevismo o fascismo, la realidad de una España corporativista, militarizada en la que empiezan a discurrir los que don José llamó "almas egregiamente disciplinadas", en definitiva, díscolos del sistema. Ya está bien que los listos sean los de siempre. Hoy, cobra bastante más sueldo el influencer que el científico. Se gana más dinero trapicheando con mascarillas que trabajando en un laboratorio, de ahí tanto advenedizo.

Resumiendo, Ortega nos dejó claro que podemos agudizar el "yo" todo cuanto se nos antoje, pero la circunstancia obliga, más allá del ejemplo del sol que irónicamente nos sugiere puesto sin esfuerzo del hombre, regalado.

Como las masas forestales a las que nos aboca la razón "vital" de Ortega. Las masas esperan que llegue el Séptimo de Caballería y apague la España en llamas con la falacia del yo "irrevocable", el que está obligado a prevenir y extinguir los incendios en su propia aldea, la que hemos perdido.

Si no regresamos a la naturaleza, en vez del sociograma orteguiano, la masa forestal se va extinguir, detrás iremos nosotros. Simplemente porque ya no tendremos circunstancia con la que justificar el yo.

Es todo muy complejo, pero mientras tanto España se quema a lo bonzo, nos quedamos sin circunstancia, consecuentemente no hay "yo" que valga.

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