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Carmen Martínez Fortún

Censura estival

La ley de secretos oficiales que impulsa el Ejecutivo en verano

En este agosto grato como son los agostos, azul de mar y oro de sol, da más pereza que nunca leer los periódicos. Pero aunque la felicidad parezca ir unida a la desinformación, es necesario conocer. Las asociaciones de periodistas son las que han destapado que en este agosto grato, este gobierno ingrato, en plenas vacaciones, ha propuesto una ley, la de Información Clasificada o de “secretos oficiales”, con vergonzosa alevosía, con solo siete días hábiles para presentar alegaciones, pero contra la que, afortunadamente, han protestado hasta los periodistas más adeptos, conscientes incluso ellos de que pone en riesgo derechos y libertades fundamentales.

Por la información que ha trascendido, se trata de blindar los secretos oficiales, que lo serán a criterio de los ministros e incluso secretarios generales de turno, los cuales, según su real saber y entender, podrán decidir qué cosas tiene que conocer y cuáles no el honrado contribuyente. Según esa ley celérica, los periodistas que informen de todo aquello que el gobierno y sus adláteres consideren sensible, podrán ser represaliados y multados con el mismo ensañamiento que su rama podemita reserva para empresarios díscolos y desobedientes, por ejemplo.

A una le parece mal cierta prensa que parece solo encontrar sus noticias en todo aquello que genera alarma y presenta un futuro apocalíptico, donde no habrá agua ni calefacción ni abejas siquiera habrá. Le parece aún peor otra que reduce su actividad a la intoxicación constante, desenterrando de pronto pactos del pasado, como esa extraña historia de terror de Bolaños y García Egea, cloacas repugnantes y propaganda gubernamental constante, que para eso el gobierno les subvenciona. Pero mucho peor que eso le parece resucitar la censura.

Este gobierno tiene un problema con la transparencia. Y debe comprender cuanto antes que su compromiso y obligación es con todos los ciudadanos. También con los que no les votamos ni lo haremos nunca. Sin que por ello puedan hurtarnos ningún tipo de información. Ni sobre sus gastos ni sobre sus intenciones.

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