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José Luis Salinas

Las teorías errantes de la empatía animal

Durante mucho tiempo la etología no se tomó en serio

Sigmund Freud, el famosísimo psicoanalista cuyas teorías –aunque erróneas– ayudaron a sentar la base del estudio de la mente humana, tenía una curiosa teoría sobre la evolución de las especies. El austriaco estudió con verdadero fervor las primeras teorías evolutivas que Alfred Wallace sembró y que Charles Darwin hizo florecer. Freud era un firme defensor de lo que en aquellos tiempos se conoció como la teoría de la recapitulación que tuvo un recorrido más bien escaso y que venía a decir que todos –de todas las especies, humanas y animales– nacemos con el bagaje de nuestros antepasados. Una pesada mochila. Como recoge el paleontólogo estadounidense Setephen Jay Gloud en una columna que publicó hace ya unos cuantos años en la revista "Nature", la teoría podría resumirse en que vamos recogiendo los "linajes primitivos" de aquellos que nos precedieron. De todos.

El bueno de Freud usaba ese paralelismo para describir a lo que llamaba como el hombre neurótico y que, según él, tenía una especie de falla. Como que le faltaba algo en ese bagaje que todos llevamos en la mochila evolutiva. Escribió Freud: "Con los neuróticos es como si nos encontráramos en un pasado prehistórico, por ejemplo, en el Jurásico. Los grandes saurios todavía están corriendo por aquí; los equisetos crecen tan altos como las palmeras". La teoría de la recapitulación llegó a ocupar un papel centrar en las teorías del psicoanalista. Durante un tiempo. Porque públicamente renegó de ellas. En un momento dado llegó a abandonar esta fantasía filogenética por "extravagante" y por estar basada en especulaciones infundadas. Dice Jay Gloud que la teoría de Freud sobre la evolución estaba basada en la "falsa biología y no fundamentada en ningún dato en absoluto sobre la historia filogenética".

Puede pensarse que eran otros tiempos en los que había poca base. Pero lo mismo que hacía Freud con la conducta humana, las mismas conjeturas sin mucho fundamento continúan realizándose hoy en día sobre el comportamiento animal. Los seres humanos han vivido durante siglos de espaldas a la etología (el comportamiento de los animales) y las aproximaciones que ha hecho hacia esta incipiente ciencia estaban siempre sesgadas por un punto de vista antropocéntrico que nubla la mente y no permite avanzar con seriedad hacia un estudio riguroso.

Esta misma semana en la Universidad de Oviedo se ha presentado una tesis doctoral a cargo de la profesora Beatriz Cimadevilla en la que se aboga por "Una nueva filosofía de la educación: la empatía animal". Su trabajo está inspirado por una perra, de nombre "Simona, que fue abandonada por su dueño –cazador para más señas– y que se vio atrapada en una trampa de la que logró salir mordiéndose su propia pata que después un veterinario tuvo que amputar. La conducta de "Simona" es llamativa para quienes están alejados de la etología por varias razones. Una es que los antropocéntricos no consideran que los animales sean muy proactivos por seguir viviendo porque consideran que esa capacidad es exclusiva de los seres humanos. La otra es que despojan a los animales de cualquier rasgo empático. Como si fueran plantas.

Una gran parte de la culpa de esa falta de avance en una ciencia que debería estar muchísimo más desarrollada la tienen algunas teorías sobre las bases genéticas de los organismos y que presentan a los genes (al ADN) como un dictador absolutista que obliga al organismo en el que anida a no salirse del redil por el que le ha conducido el azar de la combinación genética. Fue Richard Dawkins biólogo evolutivo, etólogo y zoólogo (creador del término "meme" y muy crítico con la existencia de Dios, otro día hablaremos de ese espinoso asunto) el que popularizó esta tiranía de los genes en su popularísimo libro "El gen egoísta" y que venía a decir que los organismos son meras máquinas de supervivencia para los genes. Los antropocéntricos malinterpretaron estos estudios y pensaron que la cosa no iba con ellos, que eso de los genes egoístas era solo una cuestión animal y que no tenía que ver con los humanos. Tremendo error.

Ahora la etología ha avanzado muchísimo y lo está haciendo tomando derroteros sorprendentes. La ingente cantidad de vídeos sobre el comportamiento animal que pueblan las redes sociales y que muchos medios de comunicación usan como reclamo para atraer pinchazos a sus medios digitales están provocando auténtico estupor entre los investigadores. Están descubriendo que Dawkins no estuvo muy acertado –en lo de los animales, no en sus teorías sobre el supremo– y que todas las especies animales –sin excepción– tienen una enorme capacidad empática. Ciega para los antropocéntricos.

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