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Laviana

El peso de la tradición

Las reacciones ante las arcaicas ceremonias tras la muerte de Isabel II

La muerte de Isabel II ha provocado mucha risa en las redes sociales. Nada extraño. A las redes sociales la gente va a divertirse, no a informarse. También hubo, los menos, a quien le disgustó la falta de respeto. "A mí las bromas sobre la muerte de Isabel de Inglaterra no me hacen gracia", protestó la escritora Pilar Eyre. Miles de memes, chistes y mofas sobre la reina, su familia, el protocolo y las arcaicas costumbres de la sociedad británica se han difundido a diestro y siniestro. En contraste, todo hay que decirlo, historiadores y analistas, que frecuentan lugares más serios, han puesto de manifiesto la importancia de mantener las tradiciones como símbolo de unidad, orgullo y continuidad de los valores de los pueblos y los países.

Durante estos eternos días de luto, estamos asistiendo a toda una competición de chistosos y chismosos. Que si fíjate cómo trata Carlos III al ujier, que si mira cómo ordena que le quiten el tintero, que si la cara de cabreo de William, que si Camila parece que está alucinada, que si Meghan pasa de todo. Un espectáculo al que ha contribuido que la reina, y su entorno, se hayan convertido en icono de la cultura popular.

Circula por ahí de forma profusa un vídeo del entonces príncipe Carlos y su esposa Camila, tomado durante un viaje a Canadá en 2017. Rodeados de unas autoridades con gesto grave, ambos aparecen sentados riéndose a mandíbula batiente, incapaces de contener las carcajadas, mientras dos jóvenes interpretan un canto tradicional inuit, al que acompañan de un ligero contoneo. Las risas fueron interpretadas, con indignación, como una falta de respeto a las tradiciones de las minorías indígenas.

Lo curioso es que los mismos que piden respeto para las tradiciones esquimales son los mismos que se parten de risa con los ritos de la monarquía británica. ¿Alguien ha visto alguna protesta en la separatista Escocia, donde falleció la Reina? ¿Alguna bandera independentista al paso del féretro de la Reina por las calles de Edimburgo? ¿Algún retrato de la monarca o alguna Union Jack ardiendo? No es baladí el dato de que sólo un 13 por ciento cree que el país estaría mejor con otro tipo de régimen. Aquí, en España, las tradiciones parecen estar mal vistas. Se dice que huelen a alcanfor, que son puro folklore, que están vacías de contenido. Nos empeñamos en empezar desde cero. No importa saber de dónde venimos, cómo hemos llegado hasta aquí, por qué somos como somos. Lo único que importa es que estamos aquí y que el presente es nuestro. Cualquiera diría que triunfan las viejas tesis de Engels, quien sostenía que la tradición "será destruida", porque "es una gran fuerza frenadora, es la vis inertiae de la historia". O las menos radicales de Stefan Zweig para quien "la tradición es una muralla de piedra hecha de pasados que ciñe al presente".

Nos mofamos de los británicos, tan engolados ellos, tan orgullosos de su pasado, tan amantes de conservar el pasado. Hasta hace nada mantenían siempre un cubo lleno de agua en los pubs por si había un incendio, no tiran nada, padecen una especie de síndrome de Diógenes acumulando objetos inútiles de su pasado.

Resulta paradójico que quienes más se mofan de las tradiciones ajenas, exhibidas estos días en todo su esplendor, son los más celosos de sus propias tradiciones. Sí, puede que los británicos pequen de tradicionales y pomposos, pero que a nosotros no nos toquen la barretina ni la montera picona.

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