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Luis M Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

El eco del ofendido

La sucesión en el trono británico no va a resultar fácil teniendo en cuenta la anacronía monárquica y la aparente comunión republicana. Un rey que ha esperado tanto tiempo, que viaja con un retrete y exige a sus sirvientes que le planchen los cordones de los zapatos no se convierte de la noche a la mañana en una persona de fiar. La historia no dejará, además, de confrontar la supuesta teoría de la responsabilidad ejercida por una reina que encarnó la discreción y el dispendio existencial de un hijo. Lo peor de todo es que este drama shakesperiano de medio pelo nos lo van a televisar tanto los interesados como los que supuestamente no lo están: los seguidores y los ofendidos que se rebelan en masa contra los privilegios de los reyes. Será una auténtica lata, como se ha demostrado en los últimos días desde la muerte de Isabel II, el duelo y las exequias. No solo por la excesiva atención, el ruido emitido por las televisiones y las redes sociales, sino también por el estruendo que se ha originado como respuesta.

A los ofendidos les cuesta desconectar; lo que hacen, por regla general, es subirse a la moto mientras el tubo de escape sigue contaminando. Son legión y se manifiestan en diversos órdenes de la vida sin que tengan que coincidir en sus apreciaciones. Esta vez se han sumado al ruido, multiplicando los decibelios para denostarlo. El resultado es el estrépito, un tiberio incesante cuyo eco directa o indirectamente sufre incluso el que no ve los telediarios ni los docudramas televisivos del corazón simplemente por razones de salud mental y para protegerse de la información mendaz, obsesiva y tendenciosa. Los sociólogos, y quizás también algún psiquiatra, tendrían que explicar esta manía, propia de nuestra era, de cebarse voluntariamente en la ofensa para proclamarse ofendidos, de consumir vorazmente la mercancía indeseada para denostarla por distintos impulsos o motivaciones, y con el simple objetivo compartido de sentirse agraviados.

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