El debate sobre la orientación política del Principado deja sobre la mesa una promesa tan ambiciosa como inesperada: la reutilización de los edificios del viejo hospital en El Cristo para facultades universitarias y el vaciamiento del campus de Llamaquique para unificar allí los juzgados dispersos por Oviedo. La propuesta, adelantada por LA NUEVA ESPAÑA, colma de repente aspiraciones acumuladas durante decenios y trasciende con mucho lo judicial y lo educativo. Supone un cambio hondo de la trama urbana, un revulsivo por fin para un barrio tristemente olvidado y una salida a una parcela, desaprovechada por la imprevisión política, que solo produce maleza. Por eso sorprende que haya caído así del cielo, como quien saca de la chistera otra subvención para costear la luz o el asfaltado de cualquier carretera.

Que Asturias levantaría un hospital en La Cadellada ya se empezó a considerar en 1988, con Juan Luis Rodríguez–Vigil como consejero de Sanidad. Aunque, si se opta por una mayor benevolencia en los plazos, no fue hasta 1999, con la llegada de Álvarez Areces a la presidencia de la autonomía, cuando la vieja Residencia sanitaria quedó sentenciada sin que nadie planificara a qué iba a destinarse en el futuro. Que la decisión sumía a El Cristo en una injusta decadencia al perder su pulmón quedó patente hace ochos años, cuando se consumó el traslado. No han dejado de sucederse ideas y bocetos inútiles, ninguno gratis, para revitalizar el barrio.

Desde Eduardo Gota Losada, el primer jurista que ocupó el cargo en 1989, hasta hoy no hubo presidente del Tribunal Superior de Justicia que dejara de pedir la unificación de los juzgados de Oviedo, distribuidos hasta en pisos y pasillos. El Palacio de Llamaquique abierto en 2001 quedó pequeño antes de su estreno. Defectuoso, nadie se atrevió a inaugurarlo. La patética falta de medios en la época de la digitalización de una justicia que apenas ha evolucionado resulta lamentable.

Y, en fin, la Universidad viene aspirando a solares para ampliar el campus de El Cristo desde 1989. Sucesivos responsables, entre ellos el que contó con el mayor respaldo en votos en la historia académica, Vicente Gotor, lo intentaron sin fruto. Tan lejana parecía esa eventualidad, que hace solo una semana el Consejo Social aprobó a instancias del Rector un cambio de ubicaciones que consistía en liberar el edificio de Minas para redistribuir allí otros estudios, en un puzle en cadena. Ahora lo que se va a vaciar es casi un distrito entero, el de Llamaquique, para trasplantarlo al antiguo HUCA. Si esta disponibilidad era factible y relativamente inmediata, como se da a entender, alguien debería explicar por qué el diseño conocido para la reordenación no la tomó de mano como base, dando pábulo a un debate viciado y accesorio. Aunque el debate de fondo en la Universidad no va de edificios.

Un proyecto como este, si va en serio, jamás puede lanzarse para dividir y enfrentar, sino para unir e ilusionar

Sirvan estos antecedentes para remarcar que bienvenida sea por fin una hoja de ruta definitiva para remediar tantas dificultades arrastradas y desesperantemente omitidas legislatura tras legislatura. Ni llevar centros universitarios a El Cristo ni crear una Ciudad de la Justicia en Llamaquique constituyen alternativas novedosas. En algún momento de estos largos procesos se sugirieron y se bloquearon. Si tan simple resultaba el arreglo y tan fácil materializarlo, nada justifica haber desperdiciado una eternidad en promoverlo.

Adolecen los políticos asturianos de una grave imperfección. Nunca zanjan las carencias a tiempo, procrastinando, enfangándose en vaivenes, envenenando soluciones. En el caso que nos ocupa salta a la vista: planes que deberían haberse pensado y ejecutado en la década de los 90 están por desarrollar en 2022.

Una operación de tal envergadura para la comunidad y para Oviedo ni se improvisa, ni se desvela a nueve meses de unas elecciones. Tampoco se consuma sin el consenso de los afectados –los terrenos del HUCA pertenecen a la Seguridad Social y algo tendrá que decir el Ayuntamiento–, ni se plantea sin un calendario preciso de hitos y presupuestos, que alguien debería presentar corriendo para tapar la boca a quien crea que estamos ante el enésimo trampantojo. Este proyecto, si va en serio, jamás puede lanzarse para dividir y enfrentar, sino para unir e ilusionar. El ejemplo de La Vega puede ser, en este sentido, un ejemplo inspirador. Nada necesita tanto Asturias como mensajes positivos y realistas en torno a los que agruparse y construir algo sólido.

Por defraudar expectativas así siembra confusión la dirigencia, agota su credibilidad, genera desconfianza, profundiza en la desafección y daña la autoestima de los ciudadanos. Los asturianos han visto de todo: presidentes que anunciaron una losa sobre la “Y” entre Paredes y La Corredoria llena de tranvías y parques. Alcaldes que querían playa en Oviedo y un tren monorraíl como el de Tokio atravesando Gijón. Contra los blufs están curados de espanto. ¿Sobrevuela El Cristo y Llamaquique un truco de esa gestión buñuelo, aparente y rellena de aire? Ojalá no, porque Asturias no puede seguir funcionando con el reloj atrasado un cuarto de siglo para lo importante. Lo sabremos pronto, si en vez de los hechos arrecian las diatribas.