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Manuel Gutiérrez Claverol

Estimación del azabache asturiano

Con bastante probabilidad, el mejor del mundo

Está científicamente archidemostrado que el azabache que se explotó durante siglos en Les Mariñes, entorno geográfico ubicado en su mayor parte en el concejo de Villaviciosa, reúne unas características inigualables, tanto en color como en brillo, resistencia, belleza, etcétera.

Sin disponer Asturias de una geología propicia a la presencia de piedras semipreciosas, si puede confirmarse que en su zona costera, en la denominada "Costa de los Dinosaurios", una cuenca jurásica que comprende los concejos de Gijón y, sobre todo, de Villaviciosa (Quintueles, Quintes, Careñes, Villaverde, Argüero, Oles y Tazones), existieron pequeñas minas que beneficiaron azabache. Compitió cierto tiempo con el extraído en Whitby (Inglaterra), puesto de moda por la reina Victoria por el riguroso período de luto –con abundancia de abalorios de azabache– que impuso en su país a tenor del fallecimiento de su consorte Alberto de Sajonia, discutiéndose cuál de los dos materiales ocupa el primer puesto en el podio global.

El azabache asturiano era enviado, en su mayor parte, a Santiago de Compostela –dado que Galicia carece de tal componente– donde se fabricaban recuerdos para vender a los peregrinos al final de su viaje. En este vínculo secular jacobeo entre ambas regiones jugó un papel esencial el rey Alfonso II el Casto al viajar desde Oviedo a Santiago –inaugurando así el "Camino Primitivo"– para comprobar la veracidad de un hallazgo de restos atribuidos al apóstol, lo que permitió donar tierras para construir una naciente iglesia que, con posterioridad, se convertiría en la actual catedral, uno de los lugares más sagrados de la cristiandad.

El azabache conocido como "tipo Asturias" se considera una variedad de lignito y está formado por carbono impurificado (vitrinita) derivado de la gelatinización de tejidos leñosos de troncos vegetales fósiles (auraucariáceas y protopináceas) de edad jurásica. Una vez derrumbados, los troncos fueron arrastrados por los ríos hasta los deltas, donde quedaban enterrados y fosilizaban entre el agua y lodo de la marisma, a la vez que absorbían hidrocarburos. En efecto, las benéficas propiedades anómalas que exhibe, especialmente su excepcional estabilidad con el paso del tiempo, son debidas a la incorporación de petróleo en su estructura en los estadios tempranos de su litificación, provocando una carbonización singular. De ahí derivan sus especiales facultades tan estimadas en orfebrería.

En la parroquia de San Félix de Oles se encontraban los yacimientos más prestigiosos, del orden de medio centenar de remanentes de explotaciones mineras, de las que se tiene información histórica fidedigna que ya estaban en actividad durante el siglo XIII. No obstante, el albor de esta pintoresca minería proviene de mucho más atrás, remontándose la misma a las primitivas sociedades prehistóricas. Está verificada su presencia hace miles de años en la cueva de Las Caldas (Priorio, Oviedo) dentro de un nivel perteneciente al Solutrense Superior, también en la cueva de Tito Bustillo (Ribadesella) formando parte de la estratigrafía del Magdaleniense Medio, así como en un dolmen del Monte Areo (Gijón-Carreño) con piezas de finales del Neolítico.

Aunque el azabache asturiano era trabajado mayormente en Santiago de Compostela, dada la gran demanda que había de este ennegrecido compuesto se tuvo que utilizar asimismo la labra efectuada por operarios maliayos, de tal manera que para solventar las peticiones mercantiles en el siglo XVI se encargaron desde Galicia grandes partidas de imágenes y otro tipo de objetos. De hecho, en Quintueles, lugar afamado por la categoría de sus artesanos iconográficos, se creó en 1604 una Cofradía de Azabacheros bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario.

Las ciguas (figura que representa el gesto de un puño cerrado, sacando el pulgar por entre el índice y el medio) son una de las tallas más simbólicas, resultando tradicional en Asturias, y en otros muchos lugares, poner este amuleto de azabache a los niños para que no los "agüeyen", es decir, aojar o echar el mal de ojo.

El azabache forma parte destacada en el traje regional asturiano como abalorio (collares, pendientes, bordados), siendo de especial interés el que adorna la indumentaria femenina, sobremanera el denominado "dengue", prenda de vestir a modo de pequeña capa que se coloca sobre el torso, cruza el pecho y se atan sus extremos a la espalda, soliendo estar decorada con el material carbonoso.

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