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Iñaki Aranzeta

Reinventar la reciella para detener los incendios

La experiencia de Parres demuestra que la matorralización puede detenerse, pero hace falta el liderazgo del Principado

Los severos incendios que hemos sufrido este verano han generado una gran cantidad de diagnósticos y medidas a aplicar para reducir el problema. La mayoría de éstos confluyen en el cambio climático y el abandono rural como principales responsables a los que deberíamos enfrentarnos con una mejor gestión de los montes que evite la acumulación de combustible, donde la ganadería extensiva tendría un papel decisivo.

Una de las comunidades autónomas que se ha visto más afectada por los incendios forestales (IIFF) de este verano es Castilla y León, que presenta una mitad Oriental (Soria, Segovia y Burgos) con una incidencia muy inferior a su mitad Occidental (León, Zamora, Ávila y Salamanca). En las tres primeras provincias ardieren un promedio de 370 hectáreas anuales por provincia (0,07 por ciento de su superficie forestal) en los últimos 15 años; frente a las 3.461 Has de promedio de cada una de las occidentales (0,48 por ciento de su superficie forestal). Y efectivamente, esta diferencia responde a una buena gestión de los montes de las primeras, siendo la ganadería extensiva un elemento bien integrado en esta gestión con efectos significativos en la reducción del combustible y en la economía.

Sin embargo, que las provincias de una misma comunidad autónoma adopten el modelo exitoso de sus vecinas, es más complicado a que España adopte satisfactoriamente el modelo educativo de Finlandia, por poner un ejemplo. Y es que factores físicos como la orografía, litología o el clima, han conformado a lo largo de siglos unos usos y costumbres que no se pueden modificar tan fácilmente, y menos si la voluntad política se desvanece cuando el problema deja de aparecer en los medios.

Algo de esto nos pasa en Asturias, la actual ganadería extensiva, lejos de integrarse en sistemas agroecológicos sostenibles como lo hacen en las provincias del Este castellano, constituye un problema con un importante vínculo en el origen de muchos fuegos como sucede en numerosas comarcas del Oeste castellano. Y para corregirlo no se trata tanto de copiar modelos que funcionan en otros lugares, como de promover y apoyar iniciativas de transformación adaptadas al lugar. En problemáticas complejas, como lo son los IIFF, es más probable que las soluciones vengan de experiencias reales que funcionen sobre el terreno, a que nazcan de copias, o sesudas planificaciones, ya que en éstas se debe prever el comportamiento de complejos procesos en los que intervienen infinidad de variables naturales, socioeconómicas y culturales con unas interacciones imposibles de predecir y controlar si no es mediante el ensayo.

Este tipo de ensayos los recoge la actual EPLIFA (Plan Integral de Lucha contra los IIFF), documento que contempla numerosas medidas imprescindibles y que fue dotado con 60 millones para el período 2020-2025, pero que apenas ha sido puesto en marcha, a pesar de que ya ha transcurrido más de la mitad del tiempo de su vigencia. La Asociación Proyecto Roble, creada hace casi diez años para buscar herramientas más eficaces de lucha contra los IIFF asturianos, tuvo un papel decisivo en la inclusión de esta medida en el Plan al considerar el ensayo la mejor metodología para abordar este complejo problema.

Desde su nacimiento, esta organización viene realizando este tipo de experiencias en el monte en colaboración con los ganaderos, con el empeño de ir configurando nuevos sistemas de aprovechamiento de los pastizales públicos, donde el fuego, tanto el controlado como el ilegal, deje de ser la herramienta hegemónica de gestión. Y aunque el problema de los incendios es muy complejo y su abordaje debe contemplar numerosos aspectos, estamos convencidos de que mientras no encontremos soluciones viables al problema de la denominada matorralización, Asturias seguirá en el grupo de cabeza de las 240 regiones europeas con mayor tasa de IIFF, según Eurostat.

Mediante estas experiencias se interviene en lugares con la extensión suficiente para recoger la mayoría de factores limitantes como suelos pobres, con fuertes pendientes, con un aprovechamiento ganadero en extensivo, o recurrentes incendios. Con la participación de los ganaderos se intenta buscar nuevos métodos de aprovechamiento viables; es decir, que estén alineados con la ecología, salgan las cuentas, y puedan ser atractivos para otros ganaderos que quieran emplearlos gracias a su rentabilidad, disminución de la dureza en los trabajos y mejora de horarios principalmente.

El tipo de experiencias a las que más esfuerzos estamos dedicando se centran en intentar hacer de la ganadería extensiva con ganado menor (reciella), una actividad atractiva que pueda proliferar de nuevo por los montes. Este tipo de ganado consume mucha más vegetación leñosa (matorral) que el vacuno, cuya dieta está compuesta casi exclusivamente de herbáceas, por lo que su uso es un gran aliado para luchar contra la matorralización. Pero conseguir extender esta actividad a escala regional de forma que produzcan resultados significativos sobre la matorralización es un reto ahora mismo imposible de conseguir. La casi desaparición de la reciella de nuestros montes se debe a múltiples causas, pero todas ellas responden a una baja rentabilidad, junto a unos trabajos poco atractivos y reconocidos, por lo que para revertir esta situación se requieren profundos cambios en el manejo y comercialización, así como comenzar a poner un valor a los beneficios ambientales que reporta.

Luchar contra los incendios de forma eficaz pasa por conseguir esos paisajes en mosaico que tanto hemos leído y oído este verano, para lo que se requieren unas herramientas que fragmenten permanentemente y de forma viable las grandes extensiones de matorral. Pero esas herramientas no las tenemos porque la viabilidad es muy tozuda y se termina imponiendo. Reinventar una reciella rentable es un primer paso esencial en la buena dirección, por lo que ahora mismo urge plantearnos la lucha contra el fuego más como un desafío de innovación que de gestión.

Gracias a la determinación del voluntariado de esta Asociación y al apoyo financiero del Ayuntamiento de Parres, estamos consiguiendo algo impensable hace muy poco tiempo, como son ciertos desarrollos tecnológicos que permiten la fijación de rebaños de ovejas en los lugares deseados sin pastor ni infraestructura física de confinamiento. De este logro aparentemente tan simple se desprenden unos efectos muy positivos, tanto para la recuperación de la reciella al hacerla más atractiva por el tipo de manejo e incremento de la rentabilidad, como por aumentar los beneficios ambientales que proporciona respecto a un manejo extensivo tradicional, en aspectos relacionados con el control del matorral, la fertilidad de los suelos y el aumento de la biodiversidad.

Pero el compromiso social y ambiental de esta Asociación junto con el decidido apoyo del Ayuntamiento de Parres no son suficientes. Aunque nos damos por satisfechos en conseguir evidenciar, con muy pocos medios, que existen posibilidades de corregir esta lacra desde los cimientos, ha llegado el momento de que el Gobierno regional se implique de verdad en esta alarmante problemática regional con unas consecuencias ambientales y socioeconómicas sin parangón.

Nos gustaría que el Gobierno regional deje de ser un mero mediador entre actores enfrentados, o un timorato conseguidor de recursos para acciones que se vienen mostrando ineficaces desde hace años y que sirven para poco más que justificar una aparente implicación con la problemática, o escurrir responsabilidades ante episodios dramáticos de incendios. Nos gustaría que el Gobierno regional liderara este problema con valentía, y pusiera en valor los enormes recursos materiales y humanos de que dispone. Para ello tiene una buena guía en el EPLIFA, y un buen ejemplo en lo que viene haciendo Proyecto Roble.

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