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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Entre la religión, la mentira y la imprevisión

La transición energética

El Gobierno ha practicado el fundamentalismo ecologista en materia de fuentes de energía: el Gobierno, la ministra del ramo ha sido solo la firmante. El empeño en ser los más rápidos al oeste del Misisipi en descarbonizar nos ha llevado a cerrar anticipadamente las centrales térmicas, poniéndonos en una situación de pérdidas de empleos, desertización de comarcas y encarecimiento de la energía. Ahora, además, con los problemas de desabastecimiento y encarecimiento de gas y petróleo, nos encontramos en una situación de extrema gravedad, por los precios de los insumos y por la inseguridad del abastecimiento.

El fundamentalismo es, en realidad, una especie de religión, una creencia holística que lo explica todo y lo justifica todo. Creyendo avanzar con esa antorcha, al fundamentalista no le importan los daños o consecuencias de su actitud. Porque, en general, las políticas que pudiéramos denominar "verdes" tienen como víctimas a quienes están incluidos en el vacuo hipogrifo sanchezsco de "la clase media trabajadora". Piensen, si no, en quiénes son las víctimas de la política anticoches de los ayuntamientos y la UE. ¿Quiénes no tienen dinero para cambiar su coche a uno eléctrico? ¿Quiénes se quedan sin poder circular por el centro de las ciudades? ¿A quiénes se les despoja de lugares de aparcamiento en la vía pública? Así, todo lo demás.

Y lo grave es que ese sobreesfuerzo en la limitación de la emisión de gases de efecto invernadero aporta relativamente poco a su reducción global: Rusia, China, los principales emisores, no solo no limitan su producción de CO2, sino que la aumentan. EE UU, el siguiente productor, realiza una tímida limitación.

Entre la religión, la mentira y la imprevisión

Esa situación de encarecimiento y de pérdida de bienestar va acompañada, por otro lado, de mentiras o medias verdades. Es cierto que la subida del IPC español corre casi paralela a la europea, poco más de un punto superior, y que con la subida de la electricidad ocurre otro tanto, igual en Europa que en EE UU, donde este año subirá el kilovatio/hora unos 14,8 céntimos.

Ahora bien, lo grave es que todo ello va acompañado de mentiras o disimulos. Si preguntan ustedes por la inflación o el coste de la luz, lo normal es que les respondan que es todo a causa de la guerra de Ucrania y culpa de Putin. Pero a comienzos de febrero de este año, un mes, pues, antes de la invasión de Ucrania, el IPC era del 7,5% y la luz había subido un 80,5% en un año. Esto es, la situación actual de subida de precios y de escasez energética es consecuencia de varias causas anteriores: las políticas monetarias aplicadas durante la pandemia, una disminución de la oferta energética y de materias primas a nivel global, y políticas nacionales equivocadas, como el apresuramiento de cierre de centrales en España o la negativa a construir embalses. Otras se deben a políticas desnortadas de la UE, como la de ligar la retribución de toda la energía producida por los generadores a la de mayor coste (el gas), decisión que ahora se trata de enmendar parcialmente, y no sé si de modo totalmente acertado. Al mismo tiempo, seguimos gravando a nuestras empresas con cargos sobre el CO2 mientras permitimos la importación de acero u otros materiales desde países que no tienen contemplación alguna al respecto.

En las medidas que se van adoptando hay también mucho de mentira y trampantojo. Así, el bono social, que el ciudadano pagará siempre a través de los presupuestos, lo paga también, en muchos casos, a través de la factura habitual. La limitación de una parte del costo del gas (el "topamiento") para producir energía lo pagan directamente los recibos de la mayoría de los españoles, con lo cual es una solución dudosa. Ahora bien, "los méritos", la propaganda, los exhibe el Gobierno.

Pero lo grave de todo ello es que nadie parece pensar en mañana. Así, mientras Europa reconsidera el carbón y las nucleares, aquí seguimos ni siquiera pensando en abrir un debate sobre ello. Y no digamos ya nada sobre la búsqueda de gas subterráneo.

Mas las renovables nunca van a cubrir toda la demanda y habrá que pensar en cuáles son las fuentes de respaldo y, sobre todo, de qué fuentes energéticas vamos a disponer en momentos de crisis global o de restricciones en el suministro desde fuera. ¡Ah!, y por cierto, de momento el hidrógeno verde, ese príncipe azul bueno, bonito y barato con que tantas delicias nos prometen, no es más que un veremos del que no se sabe el cuándo será útil ni su disponibilidad por el precio.

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