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Juan Tallón

Pero, ¿qué es el dinero?

Nos habían hecho creer, durante siglos, que ser rico era llevadero

Parecía imposible, absurdo y ridículo, pero alcanzamos al fin ese punto en que no está claro qué diferencia la riqueza de la pobreza. Resulta una de las confusiones más fascinantes del presente, propiciada, como es lógico, por la primera, que ha sabido colarnos que ser rico es un lío fenomenal. De pronto, el dinero devino en algo incontable, neutro, abstracto, que hace imposible saber cuándo es mucho, algo, poco o nada. Genialidad táctica esta incerteza. En mitad del desconcierto, uno de estos ricos indefinidos, con tono de estar pasándolo realmente mal, podría muy perfectamente subirse a una silla y decir "¿Qué es el dinero, amigos? No se sabe. Y nunca se sabrá. Dejémoslo estar donde está".

Nos habían hecho creer, durante siglos, que ser rico era llevadero. Pero ahora resulta que hay que verse. Hay que verse con todo ese patrimonio, esos ingresos superiores a la media, sus formas del ocio, las maneras de viajar, de consumir el lujo, de acceder a la formación, a la sanidad... Fácil no debe de ser, no. Ni agradable. Y ya no digo residir en barrio donde casi todos los vecinos están en la misma situación, como si los hubiese mirado un tuerto.

Para alcanzar esta variante de relativismo, la riqueza ha sabido sembrar la fantasía de que ser rico es también terrible, un camino no exento de sinsabores. Esta idea recuerda a esa escena de "El gran Gatsby", de Scott Fitzgerald, en la que una sofisticada Daisy Buchanan hunde la cara en unas camisas de hilo puro y empieza a llorar sin consuelo. "Lloro porque nunca había visto unas camisas tan maravillosas", confiesa. Parece que no quisiéramos reconocer el sufrimiento de las vidas desahogadas. Pasar apuros de dinero es fácil. Muchísima gente lo hace. Dónde está el mérito. Pero ir sobrado, y pegarse una buena vida, eso qué. "No nos hablen de pasarlo mal. ¡Peor es pasarlo bien!", podrían alegar. Por otra parte, mucho habría que hablar sobre pasarlo mal. Sus ventajas tendrá. Ya Christian Lacroix dejó caer en su día que "a menudo la ropa más atractiva es la de la gente más pobre".

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