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Urbano Rubio Arconada

Competitividad

Urbano Rubio Arconada

Asturias, sin munición en la guerra de los impuestos

La competencia fiscal entre autonomías

En plena batalla fiscal entre Comunidades a raíz de la "despenalización" del impuesto de Patrimonio en Andalucía añadido a la desactivación de Sucesiones como invitación a la acogida de empresas y para que más ciudadanos establezcan allí su residencia, la comunidad asturiana ha reaccionado a la contra usando el comodín de que eso sería "renunciar a la política social", algo que no casa si nos fijamos que los 20 millones recaudados por Patrimonio es una ínfima parte del gasto público no funcionarial inflado en fundaciones, entes y empresas públicas que, según se ha publicado, sólo en salarios suma 1.059 millones al año. Un impuesto el de patrimonio que ya no existe en toda Europa por expulsar el capital y la inversión de las regiones que lo aplican. Centrándonos en el "Impuesto a los muertos", decir que el tipo máximo en Sucesiones llega hasta el 81% en Asturias, el más alto sobre herencias: un impuesto injusto y disuasorio de prosperidad. El Impuesto de Sucesiones es el impuesto más impopular, y lo es con razón por gravar a los fallecidos con una "doble imposición". Morirse sale muy caro. Así es, en Asturias el finado es el más caro de todas las regiones europeas. Sólo Bélgica y algunas regiones españolas aplican esta carga que promueve la igualdad en la pobreza. Asturias, es una isla en su apuesta por "ahogar" prosperidad y Madrid por "pescarla". En la capital del reino, que crece cuatro veces por encima de la media española, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones (ISD) está bonificado al 99% para los familiares más directos. Así, por ejemplo, un soltero de 30 años que hereda bienes de su padre por 800.000 euros, de la que 200.000 corresponden a la sobre tasación de la vivienda del fallecido, un madrileño abonaría 1.586 euros por ISD, un leonés 810, un cántabro, un gallego y un andaluz nada, mientras un asturiano paga 103.135 euros. Si la donación al hijo asturiano es de 800.000 euros en dinero en efectivo, deberá pagar 176.7000 euros, mientras si reside en León 2.000 euros y en Cantabria nada. Asturias, no es solo la que aplica el ISD más gravoso, sino también en el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados (AJD). En Madrid este impuesto cae al 0,75%, mientras en Asturias sube al 1,2%. Respecto al IRPF y referente al tramo cedido a las comunidades, resaltar la diferencia de escala según donde vivas: el tipo más bajo está en Madrid y el más alto en Asturias y Cataluña; amén de la deflactación del IRPF de reciente aplicación en varias comunidades, pero no en Asturias. Y para finalizar están los 71 impuestos propios y exclusivos de cada comunidad, que van desde los 15 con los que encabeza Cataluña, pasando por los 6 de Asturias a los cero de Madrid. Impuestos, en definitiva, que sobrepasan lo justo, que se cobran con medios del siglo XXI y se pagan con servicios del siglo XIX. La competencia fiscal permite atraer o expulsar empresas, profesionales y adinerados de unas a otras zonas. Concretamente, España ha perdido más de 17.000 grandes fortunas en el último año, un grave perjuicio social, pues los ricos dinámicos son los que crean riqueza a la sociedad. Se está acusando a Madrid o Andalucía de "dumping fiscal" y se asegura que, para evitar competencia fiscal, el Gobierno Central de España debería recuperar algunos de estos tributos para armonizarlos por igual y al alza. Quizás quieran decir que la mejor solución igualitaria pasaría por que desaparezcan las Comunidades. Esto, ahorraría decenas de miles de millones de euros al país y todas las regiones tendrían los mismos impuestos. Autonomía significa eso: que cada región es autónoma para determinar sus políticas, incluida la fiscal. Y si una región se vuelve tributablemente más "amable" seduce al dinero exterior y capta empresas y trabajadores. Asturias ha perdido miles de empresas, unas por cierre y otras abandonaron la región hacia otras regiones por mantener una fiscalidad incoherente con los tiempos de competencia. Concretamente, en los últimos veinte años se han perdido 6.000 empresas y 60.000 habitantes, en números redondos, y sobre todo pierde lo más importante para el futuro: los jóvenes.

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