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Joaquín Pixán

Carta a Narciso

El reciente homenaje que el colectivo de la música tradicional asturiana rindió en Amieva al popular gaitero y maestro de la tonada

No he podido asistir al homenaje que ese gran colectivo de la música tradicional asturiana y cántabra rindieron recientemente a Narciso Fernández Arduengo, pero me uno a él a través de estas líneas, porque desde luego es un reconocimiento bien merecido. Quiero entender que es un homenaje que se da también a tantas otras personas que, a través de nuestra música tradicional, han conseguido la traslación y la pervivencia de esa identidad musical que nos ha precedido. Sin ellos, con toda seguridad, no estaríamos celebrando la vida de uno de sus valedores más persistentes y apasionados.

Narciso no solo ha trasladado la pasión y el buen hacer en la gaita y el canto a su hijo Óscar, uno de los mejores gaiteros que tiene Asturias –a pesar de que a veces se le pincha la rueda del tren y llega un poco más tarde de lo que debiera; se hace esperar como los grandes–, sino que, gracias a sus conocimientos de la tradición, que no son pocos, ha hecho florecer con luz propia a algunos de los mejores cantantes de la "asturianada" que tenemos en este momento. Y hora es de decirlo, desde el respeto y la consideración a otras opiniones que pueden ser distintas y que de hecho lo son.

He tenido ocasión de mantener con Narciso algunas conversaciones y siempre me pareció que no excluye ninguna opinión, aunque no coincida con la suya. De todas formas, creo que no hay una sola manera de cantar la canción asturiana, porque es muy diversa y junto al flamenco y la canción andaluza, no hay otra música popular en España abierta a tantos estilos. Por tanto, existe todo un abanico de posibilidades, quizá tantas como intérpretes, de modo que partiendo de bases y cánones a los que no debemos renunciar, el panorama posible de interpretación de nuestro canto deberá ser tan diverso como el talento que los distintos intérpretes aporten al mismo.

En Narciso, además, todo el mundo percibe esa bonhomía que él derrocha siempre y una sabiduría heredada de sus mayores, que son los nuestros y que traslada a quien le consulta con generosidad.

Querido Narciso, yo soy uno de los vuestros y así me gustaría que me aceptaseis. Desde ese sentimiento me sumo sin ambages a ese merecido homenaje que te han dado nuestros compañeros y amigos de la Asturias cantarina.

Un gran abrazo.

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