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Pilar Garcés

Reducir la pena de un asesino

La justicia no escuchó a la madre salvajemente asesinada y ahora tampoco oye a sus hijas

Cabe imaginarse a Bara N. escondido horas después de degollar a su mujer atacándola mientras dormía en la cama con sus dos hijas, de dos y cuatro años, y dejar a las pequeñas en la casa con el cadáver de su madre y la puerta atrancada para que no pudieran escapar. Pudo cavilar: "La he cosido a puñaladas y he abandonado a las niñas allí. Cuando me pillen me van a meter en la trena y van a tirar la llave al mar". Seguro que pensó que encontraría poca simpatía en nuestro sistema de justicia después del abominable crimen que acababa de cometer, ahora hace cuatro años, en su domicilio de Bilbao. Pero, hombre, no te equivoques, que eres un hombre. Algo se podrá hacer. Alguien te echará un cable. Y vaya si se lo han echado. Al más alto nivel.

El Tribunal Supremo le ha rebajado de 37 a 29 años la pena que le impuso la Audiencia de Vizcaya, confirmada por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco por asesinato con la agravante de parentesco y género, abandono de menores, maltrato habitual y lesiones psíquicas. Le ha aceptado el único recurso que presentó, suerte que no planteó más. No considera acreditado el fallo que las menores sufrieran dichas lesiones psíquicas, aunque ambas llevan años en tratamiento psicológico y una padece mutismo, y fueron atendidas por los servicios sociales en estado de shock cuando una vecina las rescató al oírlas llorar. Como no le queda claro si semejantes síntomas derivan del ataque violento que consistió en 83 puñaladas en cara, cuello y tórax, o del hecho de permanecer siete horas tiradas y solas en un escenario de pesadilla, le rebaja la pena al padre. No nos vayamos a pasar de frenada al condenar la violencia machista.

La víctima, Maguette Mbeugou, de 25 años y de origen senegalés como su asesino, no encontró tanta empatía de la justicia, para ella no hubo atajos ni comprensión. Nadie le echó una buena mirada. De hecho, su crimen fue calificado por el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV), Juan Luis Ibarra, como "un fracaso de la justicia en mayúsculas" por el que pidió perdón públicamente. Y es que la joven había denunciado a su marido meses antes por malos tratos, pero una jueza le denegó la orden de alejamiento solicitada por entender que no hacía falta dada su intención de mudarse de domicilio para esquivar al hombre y su infierno. La fiscalía tampoco pidió medidas de protección. Juzgado un mes después por un delito de amenazas, el marido fue absuelto por no contar con pruebas suficientes. Y ahí terminó el recorrido de la víctima en busca de amparo. Las amigas de Maguette, que portaban fotos de la hermosa madre salvajemente apuñalada en las concentraciones de repulsa, subrayaron que cuando una mujer africana se atreve a denunciar a su hombre yendo en contra de todas sus estructuras culturales conviene escucharla. En efecto, fue valiente y se quedó sola ante el peligro. Su miedo no obtuvo la atención que merecía. Por lo visto, el de sus hijas huérfanas tampoco ha terminado de convencer a sus señorías, que no se creen las secuelas. Rebajar la condena a un asesino confeso de una víctima de violencia machista a quien en su momento no se escuchó en su demanda de auxilio, eso sí que es rizar el rizo en materia de desprecio a las mujeres. Tendrían que estar sonando todas las alarmas de nuestra sociedad, aunque quién quiere oírlas.

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