Opinión | Solo será un minuto

La actualidad que te desfalcó

Las catacumbas del cine están llenas de esqueletos exquisitos, restos de una podredumbre creativa en serie que no se tomaban en serio ni sus (i)rresponsables. Peliculitas de serie Z(arrapastrosas) de metraje escuálido, repartos cochambrosos y estética zafia. Pero, ¿cómo resistirse a chapotear en títulos como "Billy El Niño contra Drácula" o "Jesse James contra la hija de Frankenstein"? Su director era capaz de echar a rodar/perder cinco títulos por año, algo que ni Mariano Ozores en sus años más prolíficos hizo. Vemos ahora aquel cine de bodrio que ni siguiera llegaba al barrio y un simulacro de ternura asoma entre los pliegues del desdén: el vertedero de la fábrica de los sueños a toda máquina. Ahora ese tipo de baratijas está monopolizado por Bruce Willis y Steven Seagal, empeñados en despeñarse con unos proyectos directamente empantanados en las afueras del videoclub de los protas muertos. En España no se cultiva mucho el huerto de los engendros porque no hay industria de cine y ni siquiera hay pasta para hervir sucedáneos de películas. Aquí ese tipo de cutreces tiene su generosa cuota de pantalla en algunos canales y revistas donde se normalizan los espectáculos de cornamentas, los trapos sucios familiares atascando la lavadora catódica, los divorcios estrenados en las redes sociales para que la carnaza sentimentaloide alimente tragaderas con una implacable secuencia de acontecimientos que invita a pensar bien e imaginar que detrás de todos esos chanchullos de imagen feísta (el posado da paso al robado con teleobjetivo que todo lo emborrona, incluso los besos en penumbra a golpe de zoombados) hay mentes que escriben guiones demenciales de culebrón adictivo, capaz de anestesiar a una gran parte de la sociedad con (s )eriales de cosecha floja.

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