La "excepción ibérica" significa que pese a la excepcionalidad que supone limitar el precio del gas, parece ser también que excepcionalmente cada vez se paga más por el recibo de la luz en uno de los dos países que supuestamente se beneficia de ella. Aunque todo tiene su explicación: si es que lo he entendido, el recibo sube porque la energía, al igual que el Barça de Xavi Hernández, se encuentra inmersa en una "mala dinámica", y de no ser por los topes del gas resultaría aún más cara para los consumidores. Ahora, vaya a contárselo, por ejemplo, a los hosteleros asturianos, que denuncian un 200 por ciento de incremento del desembolso eléctrico. El gasto energético del HUCA, un asunto de salud, se multiplica. Y el coste de la luz de la Universidad de Oviedo asciende a dos millones más pese a haberse restringido un 12 por ciento el consumo.
El problema se encuentra, según dicen, en el famoso "mecanismo de ajuste" incorporado al real decreto. A través de ese mecanismo, se ha incluido en las factura el importe a pagar a las compañías como compensación por topar el precio del gas. De modo que estas cobran una cantidad adicional al precio contratado por el cliente. Nadie está dispuesto a perder bajo un sistema de control de sus beneficios. Si me quitas la ganancia por aquí, la buscaré por otro lado.
Como no hemos tardado en darnos cuenta del sentido real de "la excepción ibérica" y empezamos a quejarnos de sus consecuencias prácticas en los bolsillos comunes, dudo que Pedro Sánchez siga persiguiendo su fortuna electoral por ese derrotero. Creo más bien querrá que se hable de otras cosas, por ejemplo de los ricos y de los pobres, de la subida a los pensionistas frente a la tacañería del adversario, de sus planes para "doblegar la inflación" y de que cada vez son más los organismos que auguran el crecimiento de la economía española, cuando precisamente es lo contrario.
