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Una situación científica insostenible

Varios grupos de calidad se están planteando dejar el Instituto de Investigación Sanitaria por la escasa financiación

Se cumple ahora un año desde que el Instituto de Salud Carlos III concediera la acreditación para que el Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA) se uniera a los 31 Institutos de Investigación Sanitaria (IIS) existentes en España, al cumplir con todos los criterios para su adscripción a estos centros de élite después una muy exigente evaluación científica y organizativa de todas sus actividades. Es más, según los parámetros científicos cuantitativos y cualitativos obtenidos del "benchmarking" de los IIS, el ISPA se sitúa en muchos de ellos entre los 10 más destacados del país.

Durante los 5 años transcurridos desde su creación a su acreditación, el ISPA tuvo que soportar el hándicap de contar con una escasísima financiación pública, ya que la Consejería de Sanidad solo ha aportado 300.000 euros de subvención específica anual (otros 300.000 euros destinados desde hacía muchos años a investigadores contratados por FICYT que trabajaban en grupos del ISPA se pasaron nominalmente a éste, sin que ello supusiera ningún cambio real en la subvención). A esto hay que sumar los 400.000 euros aportados por la Consejería de Ciencia desde los dos años anteriores a la acreditación. Todo ello supone que el ISPA sea el Instituto que recibe menor subvención de la administración autonómica de todos los existentes en España. Como ejemplo, el IIS de Cantabria adscrito al Hospital Valdecilla, de dimensiones bastante menores, se acerca a los 3 millones de euros anuales de financiación pública. La próxima aprobación de los presupuestos del Principado abre una oportunidad para reparar esta insostenible situación.

Una norma obligatoria de los IIS es que sean gestionados por una fundación, habitualmente pública, que esté supeditada al área científica. Para tratar de allegar los fondos que la administración pública no destinaba al ISPA, se creó una fundación privada (la FINBA) que en el momento de su constitución aportaba 550.000 euros anuales a través de los patronos privados, pero pronto fueron menguando al decaer varios de ellos, para llegar a los 300.000 euros anuales actuales.

Cabe, pues, decir que la FINBA ha sido un fracaso rotundo al no haber alcanzado una masa crítica de captación de recursos, lo que se explica por no encajar dentro de los patrones de colaboración público–privada al uso (por ejemplo, constitución de laboratorios o centros mixtos patrocinados por la industria privada relacionada con la salud en áreas de su interés) y por tratar de invertir y subvertir los términos vigentes en todos los IIS de ser una herramienta subordinada a los intereses científicos de los mismos a llevar de facto el protagonismo del Instituto en detrimento de la comunidad investigadora, tanto en el aspecto mediático como en la toma de decisiones.

Así, mientras que, aún con la escasez económica existente, la dirección de FINBA potencia las contrataciones de personal gestor, alguno de ellos con salarios bastante por encima de los habituales en otros centros, se escatima hasta la mínima expresión la contratación de personal investigador consolidado, e incluso se impide que estos soliciten contratos competitivos con financiación plurianual a agencias nacionales o europeas de investigación al conllevar ello un compromiso de estabilización posterior a cargo del Instituto.

Más aún, antes de la acreditación, el ISPA solo podía presentar un número limitado de candidatos a las convocatorias del ISCIII para contratar personal investigador con financiación plurianual, mientras que después de conseguida el número de contratos posibles a obtener se ha triplicado. Pues bien, este primer año FINBA ha impedido solicitar más contratos que antes, ya que algunos de ellos deberían ser estabilizados dentro de 5 años. Si no se puede hacer uso de las ventajas que conlleva la acreditación por el ISCIII, ¿de qué ha servido ésta?

Naturalmente, estas dificultades no solo obedecen a los errores de una gestión personalista sin experiencia en investigación que no tiene en cuenta los objetivos principales del ISPA, y que se extienden a otros aspectos como la falta de infraestructuras potentes de investigación (una de las más urgentes, postergada durante años, es el bioterio y el quirófano experimental), para la obtención de las cuales hay que cofinanciar una parte de su coste.

La falta de financiación es un cuello de botella que impide el desarrollo del ISPA y que hace que vaya perdiendo competitividad con otros IIS. Actualmente Asturias está en el furgón de cola de España en cuanto a inversión en I+D+i, motivo por el que, tanto en el área sanitaria como en otras prioritarias para la región, la Administración debe hacer un esfuerzo para situarlas en el nivel de financiación que les corresponde. Estamos en un momento crucial en el que varios grupos de la máxima calidad del ISPA se están planteando abandonarlo por el malestar que está generando todo cuanto se ha comentado.

Más aún, se están jubilando líderes consagrados de diversos grupos de investigación y es urgente sustituirlos por otros de una cualificación similar, lo que es una prioridad absoluta si no se quiere que lo que ha costado tanto construir se disuelva como un castillo de arena ante el embate de las olas. Es imperativo que en lugar de utopías no verificables en el corto plazo, nuestros dirigentes desciendan a la orilla de la realidad. Y la realidad está ahí, bien visible, solo hace falta viajar y comprobar cómo se hace en otros sitios.

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